Circuitos productivos regionales: estado de la cuestión de una herramienta analítica para reflexionar en el siglo XXI

 Circuitos productivos regionales: estado de la cuestión de una herramienta analítica para reflexionar en el siglo XXI

 

 

 Bordalejo, Milagros

 CONICET-CEUR

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García Tarsia, Aldana

CONICET-CEUR

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RESUMEN.

El artículo se propone, a través de una revisión bibliográfica, recuperar los aportes latinoamericanos en torno a la herramienta analítica que constituyen los “circuitos productivos regionales”. Surgida en la década de 1970, se constituye como una forma de analizar la dinámica de la acumulación productiva en diversos territorios. Esta herramienta posee un valor significativo al momento de indagar las relaciones de poder en torno a la acumulación y distribución del excedente en los diferentes encadenamientos productivos.

El artículo se organiza en cuatro apartados. En primer lugar, se realiza una introducción de la temática en la que se expone la importancia de la mencionada herramienta analítica. En segundo lugar, se recuperan los aportes realizados por diferentes autores/as en relación a los circuitos productivos regionales. En un tercer momento se avanza con el análisis del circuito productivo de la yerba mate. El texto se cierra con reflexiones en relación a la mencionada herramienta, sus posibles usos y se realizan apreciaciones finales.

Palabras clave:  circuitos productivos regionales - economías regionales - sistemas de acumulación - yerba mate

SUMMARY

The article proposes, through a bibliographical review, to recover the Latin American contributions around the analytical tool that constitutes the "regional productive circuits". Emerged in the 1970s, it is established as a way of analyzing the dynamics of productive accumulation in various territories. This tool has a significant value when investigating the power relations around the accumulation and distribution of the surplus in the different productive chains.

The article is organized into four sections. In the first place, an introduction of the subject is made in which the importance of the aforementioned analytical tool is exposed. Secondly, the contributions made by different authors in relation to the regional productive circuits are recovered. In a third moment, progress is made with the analysis of the yerba mate productive circuit. The text closes with reflections in relation to the aforementioned tool, its possible uses and final appreciations are made.

Key words: regional productive circuits - regional economies - accumulation systems - yerba mate

1.Introducción

La categoría de “Circuitos Productivos Regionales” comenzó a ganar relevancia hacia mediados de la década de 1970. La misma ha sido abordada por diferentes autores con perspectivas que ponen el foco en distintas variables. En el transcurso de los años desde su formulación inicial, la cuestión teórica-metodológica que brinda este enfoque ha sido incorporada por académicos/as latinoamericanos/as y en especial argentinos/as en sus investigaciones sobre la dinámica de acumulación productiva en diversos territorios. A pesar de esto, la eventual aplicación de esta herramienta analítica como modelo de programación territorial ha alcanzado, según nuestro conocimiento actual, sólo expresiones propositivas desde el punto de vista de los diagnósticos de las tramas socio-productivas evaluadas.

El análisis de los circuitos productivos regionales tiene, según los principales exponentes de la temática, un enfoque multidimensional y relacional. Esta conceptualización no descarta completamente los enfoques de tipo sectorial, sino que parte de considerar que estos resultan insuficientes para comprender las relaciones que explican el funcionamiento de las conformaciones territoriales, es por eso que proponen integrar al análisis otros elementos. Al pensar a los circuitos productivos como subsistemas con autonomía relativa, se reconoce la existencia de procesos endógenos que se vinculan con elementos fuera del mismo circuito (Bordalejo, et al. 2020) . Así, se torna indispensable un análisis de la coyuntura y de la inserción estructural, la posición y la acción de los agentes sociales intervinientes. Incorporar el circuito nacional es central para explicar al regional, ya que resulta necesario considerar las determinaciones externas.

En relación a las potencialidades de esta herramienta, la misma es utilizada para reflexionar en torno al estudio de diferentes casos productivos. El objetivo de la misma se dirige a realizar un análisis integral de las tramas socio productivas, para ofrecer perspectivas desde las cuales abordar problemas de estructuras productivas desequilibradas. Es decir, poder generar diagnósticos que faciliten la planificación regional.

2. Circuitos productivos regionales como herramienta analítica

El enfoque de circuitos regionales es más que un corpus teórico-metodológico cerrado. Ofrece diversas perspectivas desde las cuales abordar problemas que ligan estructuras productivas desequilibradas y políticas estatales. Para observar estas especificidades, se abordarán los aportes de: Pablo Levin (1981), Cecilia Cariola y Miguel Lacabana (1986), Lacabana (2001 y 2020), Gerardo Mario De Jong (2008), Ariel Garcia y Alejandro Rofman (2020), Rofman (2020) y Rofman y Mabel Manzanal (1989). Otros/as autores/as también realizan sus aproximaciones a través del enfoque de circuitos, aunque se estima que en los escritos de los/las investigadores/as citados se halla una muestra representativa del mismo.

Entre los antecedentes encontrados, se han identificado los aportes de Pablo Levin (1981), quien en su texto se dirige a conocer el enfoque metodológico para la realización de diagnósticos regionales en los cuales basar la planificación regional. Desde un enfoque marxista, Levin (1981) parte de considerar que los problemas regionales no pueden ser abordados meramente desde un enfoque estrechamente económico, sino que deben ser pensados como una totalidad concreta, y abordados desde un enfoque integral e interdisciplinario. No se descarta completamente el enfoque sectorial sino que se propone integrarlo al análisis, para profundizarlo y complementarlo a través de la incorporación de otras dimensiones.

Propone que la realización de los diagnósticos regionales y el consecuente análisis de los circuitos de acumulación, deben ser realizados desde un enfoque de subsistemas para su correcta comprensión. El autor plantea que deben analizarse las condiciones concretas del subsistema a estudiar mediante métodos inductivos. Así, se considera que este enfoque resulta de utilidad para el trabajo con casos concretos, para luego sí realizar una comparación con las supuestas “leyes generales”.

El diseño de un subsistema parte de la delimitación de una actividad productiva (primaria o secundaria). Esta debe ser puesta en relación con otras actividades que se agrupan en el subsistema, así como también con los condicionantes identificados a nivel nacional y global. Asimismo, Levin (1981) resalta que se debe tomar en consideración las acciones de los agentes que se desenvuelven en el subsistema, según el grado de control que ejercen sobre el mismo.

Este enfoque supone entonces evaluar cada circuito como un subsistema, en donde algunos eslabones pueden intervenir sobre otros a partir de la cuota de poder que detentan. De facto, el subsistema funciona como una empresa única, en la que el eslabón dominante subordina al resto de los actores desde el interior del circuito. Esta empresa única toma una decisión que, por el gran grado de poder que detenta, influye en los demás eslabones productivos. El grado de poder está determinado por el control de la plusvalía, absoluta y relativa de los distintos agentes. Pueden establecerse dos grandes estratos dentro de un subsistema: a) el fragmentado, que tiene dificultades para acceder al crédito bancario y a la tecnología moderna y donde predominan el trabajo familiar y/o domiciliario, con diversas formas de contratación precaria, y b) el moderno, con empresas multisectoriales y multiterritoriales, incluso multinacionales.

En otra dirección, al preguntarse por el problema de los senderos de acumulación de un circuito -es decir, las condiciones generales de acumulación del subsistemas así como las circunstancias que afectan el comportamiento de las variables globales de la economía nacional-, el autor sostiene que está condicionado tanto por las condiciones sectoriales y como por las condiciones que brotan de la estructura del subsistema en su conjunto. El espacio económico es un lugar con determinaciones propias según las acciones recíprocas entre factores generales y particulares de localización, que determinan históricamente la configuración del mismo y su comportamiento. De igual manera, el autor evalúa los condicionantes que implican tanto las acciones como las omisiones estatales.

El principal objetivo de utilizar este tipo de instrumentos es la identificación de un conjunto de agentes económicos que se relacionan bajo la forma de condicionamiento mutuo. Además, se busca caracterizar las problemáticas centrales de un sistema en particular (problemática que, según el autor, define al sistema como tal) para luego reflexionar acerca de los condicionamientos que explican esa problemática.  A través de la realización de un diagnóstico preliminar, se releva la información necesaria para proponer una planificación regional para resolverla.

Por su parte, Cecilia Cariola y Miguel Lacabana (1986) coinciden con Levin (1981) en considerar central el análisis de los fenómenos regionales desde un enfoque integral (económico, social y político) en el que se tenga en cuenta  el contexto histórico. Al igual que Levin, reconocen que la planificación regional y el ordenamiento territorial suelen tener problemas técnicos y metodológicos, en parte debido a la interacción de personas provenientes de diferentes disciplinas y también por tratarse de un análisis predominantemente sectorial. Frente a esto, Cariola y Lacabana (1986) proponen entonces un enfoque integral que articule los procesos regionales con aquellos de carácter global y que a su vez permita identificar a los agentes que impulsan dichos procesos y las relaciones contradictorias que resultan de los mismos, entendiendo que el objetivo final del análisis es la elaboración de políticas.

Los autores conceptualizan a cada circuito de acumulación como un “subsistema de relaciones” (relaciones que dan sentido a un recorte territorial), que se denomina “subsistema regional”. Los circuitos de acumulación son, en sus palabras, “ámbitos de circulación restringidos donde operan las leyes de competencia capitalista que definen las relaciones de dominación y subordinación entre los distintos capitales que operan en el mismo” (Cariola y Lacabana, 1986:71).

Se constituyen así como una herramienta de análisis que consiste en identificar las cadenas de producción de bienes que dan cuenta de los principales procesos económicos del ámbito en estudio. A partir de estas últimas:

(...) rescatar las distintas formas como se origina, traslada y apropia el excedente generado en el circuito así como de las contradicciones y conflictos que de este proceso se derivan. A su vez, permite reconocer los vínculos entre los procesos económicos y organización socio-política de los agentes, sus reivindicaciones y la acción del Estado. (Cariola y Lacabana, 1986:68)

Así, destacan la “inserción diferencial de los agentes económicos en el proceso de acumulación y en el proceso de dominación social” (idem, p. 73). Reconocen que los actores dominantes no lo son de una vez y para siempre, sino que las relaciones de poder pueden verse afectadas por cambios en la política económica global y también por la intervención estatal. En relación a esta, los autores reconocen cuatro momentos analíticos: a) la participación directa como agente en la cadena productiva, b) la participación en la regulación económica del circuito, c) la participación en la regulación social del circuito y d) la participación en la regulación económica global.

Asimismo, para Cariola y Lacabana (1986),  los “circuitos de acumulación” posibilitan el abordaje metodológico para aprehender el proceso de acumulación a nivel regional. Estos autores también plantean que el estudio de la acumulación de un circuito productivo regional requiere de un análisis coyuntural, así como del tipo de relaciones que se gestan en el mismo. A su vez, postulan un abordaje histórico para comprender un determinado sistema articulado de relaciones, sus tendencias y posibles transformaciones. En definitiva, el objetivo del conocimiento de este sistema de relaciones es la formulación e implementación de políticas estatales relacionadas a los problemas que la propia sociedad civil organizada evalúe como cruciales en el ámbito territorial.

Las ideas de Miguel Lacabana, un autor referente en la temática  se recuperan tanto a través de un texto de 2001 como a través de una conferencia realizada en el “Ciclo de la periferia”[1] (2020). En esta última explicita la necesidad de comprender la economía en la realidad a partir de un instrumento analítico: las redes de alta integración económica/ los subsistemas de producción y circulación o los circuitos de acumulación.

Este autor considera necesario posicionarse en un enfoque económico no ortodoxo e incorporar una perspectiva interdisciplinaria para poder analizar los flujos de materiales y energía que se intercambian al interior de un subsistema como con el exterior, ya que entiende a los sistemas económicos como sistemas abiertos, con interrelaciones dinámicas entre los sistemas económicos, sociales y físicos (Lacabana, 2001). Los entiende como sistemas complejos en los que:

(...) interactúan diversos subsistemas dando lugar a una estructura de relaciones entre ellos y a unas condiciones de contorno o de frontera que lo definen. A su vez, cada subsistema estará compuesto por un conjunto de elementos y por una estructura de relaciones que lo define como tal y cuyas características están estrechamente asociadas a la estructura del sistema. (Lacabana, 2001, s/n)

Lacabana (2020) parte por considerar que la economía se ubica dentro de redes de integración económica en donde participan agentes heterogéneos. Estas redes pueden visualizarse como subsistemas articulados de autonomía relativa, es decir, que están relacionados con otros subsistemas. Por lo tanto lo que ocurra dentro de ellos, estará condicionado por sistemas del mismo o diferente orden y con sistemas mayores, por elementos endógenos y exógenos. Dichas redes, pueden verse como ámbitos de acumulación restringidos donde operan las leyes de mercado y donde se expresan las relaciones de dominación y subordinación. En esta dirección, el autor afirma que para comprender el funcionamiento de la economía a partir de este instrumento es necesario identificar las estructuras; los procesos económicos locales, nacionales y globales y las estrategias de reproducción de los agentes económicos.

Desde esta perspectiva, la definición y reconstrucción de un subsistema (así como sus relaciones internas) parten de considerar los distintos eslabones que componen la cadena de producción, los diferentes agentes económicos con desigual nivel de dominación, distinto poder de negociación y capacidad de apropiarse de forma diferencial sobre la tasa de ganancia (y de apropiación del excedente económico). La reconstrucción de las relaciones de los agentes, así como con las instituciones y el Estado, permitirá comprender el funcionamiento de la economía.

Algo diferencial en el análisis de Lacabana (2020) es que él mismo considera primordial examinar la dimensión ambiental: las relaciones entre los humanos y la ecología en los subsistemas de producción y circulación como expresión de la relación economía-ecología. Para ello, el autor plantea un modelo termodinámico de la economía.

Por su parte, Gerardo Mario De Jong (2008) propone abordar metodológicamente a los fenómenos regionales en su totalidad desde un enfoque integral que aborde de forma complementaria el sistema económico, el medio social y el medio natural. Este autor reflexiona en torno al enfoque teórico regional de Alejandro Rofman (1974) y lo considera como un punto de inflexión respecto a la comprensión de la cuestión regional desde una mirada integradora. Asimismo, De Jong (2008) analiza  a la “región” tanto a partir del proceso de producción que se genera de modo endógeno como también a través de los fenómenos ligados a la circulación, la producción y el consumo. Siguiendo esta línea de pensamiento, concibe que las formaciones sociales regionales pueden ser aprehendidas en tanto subespacios de la formación social nacional y al mismo tiempo, como subespacios de la formación social mundial. El autor resalta que, sin embargo, las primeras detentan cierto grado de autonomía respecto de estos últimos.

De igual forma, el autor evalúa como oportuno indagar el papel de los agentes económicos en el proceso productivo, así como su posicionamiento de clase. A partir de esta indagación, concluye que, mediante una evaluación de estas variables externas, se podrá arribar a descripciones que permitan idear instrumentos para el cambio estructural. Según el autor, toda transformación debe ser gestada desde el conocimiento.

Esta visión integradora se opone a la perspectiva de planificación tradicional, es decir, a aquella a la que considera como parcializadora del objeto de estudio  Por el contrario, desde la postura de De Jong (2008) se apuesta entonces a una mirada integral, que analice y contemple las contradicciones, para aproximarse al objeto de estudio en cuestión para planificar estrategias que se dirijan hacia la transformación del mismo.

Por último, Ariel Garcia y Alejandro Rofman (2020) definen a los circuitos productivos regionales como:

(...) el conjunto de unidades de producción, distribución y consumo que operan intervinculadas a partir de una actividad común a todas ellas (...), un recorte analítico que da cuenta de un ámbito de crecimiento del proceso productivo global, nucleado alrededor de una actividad clave. (Garcia y Rofman, 2020:3)

Para abordar este concepto y definir la unidad de análisis observable, los autores toman la noción de “subsistema” de Levin (1974), el cual se dirige a visualizar cuales son los condicionantes los procesos de acumulación, lo que implica tomar en consideración las relaciones directas entre las unidades productivas.

Para estos autores, en los enfoques con pretensión territorial usualmente se desestima que en cada espacio, además de tener lugar un proceso de crecimiento referido a una sola actividad productiva, también son variados y complejos los fenómenos económico-sociales que se producen y entrelazan en el seno de los circuitos. Al primer encadenamiento secuencial se le agregan otros (con distintos agentes económicos) que, por motivos diversos y cambiantes, resultan afectados o inciden en los demás. Cada uno de estos conjuntos de eslabonamientos en que se puede desagregar el proceso de crecimiento recibe, en la dimensión espacial, la denominación de "circuito productivo regional". Cabe resaltar que  este circuito integra uno mayor, que es el de escala nacional. Si el análisis se centrara en la escala regional, sería más apropiado llamarlo “subcircuito productivo regional". 

Desde el enfoque propuesto, en cada circuito productivo el excedente económico global generado se distribuye de manera diferenciada en distintas regiones, generando la ampliación o reducción de  las tasas de ganancia de los agentes económicos dominantes. Este fenómeno debe ser analizado, según Garcia y Rofman (2020), teniendo en cuenta las circunstancias estructurales (el contexto en que el proceso de producción se desarrolla) y coyunturales (factores que alteran los valores referidos); los comportamientos y vinculaciones entre agentes económicos y sociales con desigual poder y capacidad de negociación y de influir sobre el mercado, que reproducen y refuerzan las situaciones de subordinación de agentes peor posicionados; y la acción u omisión del estado en su capacidad de regulación de la actividad productiva.

En palabras de los autores, los circuitos regionales, al ser una:

(...) herramienta analítica que refleja las interrelaciones entre agentes y sus respectivas actividades productivas, cualquier modificación interna o externa de la estructura del circuito en sus diversos encadenamientos repercute sobre el resto de los eslabones y los correspondientes protagonistas que en ellos se hallan insertos”. (García y Rofman, 2020:23)

Así, se destaca nuevamente la importancia de hacer un análisis espacial del proceso productivo, sin considerar de forma aislada a los sectores productivos sino revisar la articulación de las actividades de producción, industrialización, logística, comercialización y financiamiento que forman parte del circuito.

En este sentido, se puede observar en una compilación organizada por Rofman (2020) en el marco de la línea de investigación Desarrollo Regional y Economía Social (CEUR-CONICET) que en las primeras décadas del siglo XXI la interrelación entre agentes y sus actividades productivas, atraviesa procesos de transformación, siendo habitual la desestructuración y extranjerización de los agentes económicos regionales y la creciente reorientación de diversos circuitos hacia los mercados de exportación.

Las investigaciones recién expuestas permiten comprender la singular articulación entre tiempo, espacio y producción. En su libro de 1989 titulado "Las economías regionales de la Argentina. Crisis y desarrollo", Alejandro Rofman y Mabel Manzanal analizan los principales procesos productivos regionales: algodón, arroz, azúcar, yerba mate, fruticultura, entre otros. El estudio de los circuitos productivos parten de ser analizados con una metodología similar, es decir, considerando las diferentes fases del proceso productivo y destacando los diferentes actores sociales y agentes económicos intervinientes. Es decir, se presenta el proceso productivo con sus eslabones (la producción agrícola, industrial, la comercialización, el rol del Estado, etc). Si las producciones tienen diferente localización espacial, se destacan también sus especificidades.

Generalmente, el análisis de un circuito productivo se realiza con el objetivo de establecer ciertas consideraciones sobre el mismo y repensar qué propuestas podrían realizarse para impulsarlos a través del desarrollo de políticas públicas.

Los autores reconocen algunas características comunes en los mencionados circuitos que hacen referencia a su inserción desigual en el mercado, a las trabas de acceso a canales de comercialización, a las dificultades de reconversión productiva, entre otras, que explican su desigual poder de negociación en los encadenamientos productivos. Todo lo anterior requiere, según Rofman y Manzanal (1989), que se efectúe una revisión de las formas organizativas y técnicas de cada producción y de sus procesos de comercialización, para que las propuestas a realizar sean económica y socialmente eficientes. Algunas de estas especificidades surgirán en el análisis correspondiente a cada circuito productivo. En el siguiente apartado, se ejemplifica la utilización de la herramienta analítica de los circuitos a partir del análisis del circuito yerbatero.

3. El circuito productivo de la yerba mate: un caso de análisis

La provincia de Misiones, ubicada en la región nordeste de Argentina, posee una estructura agraria[2] caracterizada por una fuerte presencia de pequeñas y medianas explotaciones agropecuarias, en su mayoría familiares.

En el siguiente cuadro basado en información recopilada a partir del Censo Nacional agropecuario realizado en el 2018 (CNA 2018), se presenta una distribución de las EAPs por cantidad y superficie.

Tabla N°1: Provincia de Misiones: cantidad de EAPs y superficie en Has. por estrato de superficie (2017)

Estratos en Superficies en Has.

Superficie total en Has.

% por estrato

Explotaciones agropecuarias

% por estrato

Hasta 50 has.

603,971

21,92

18,425

79,9

De 50,1 a 1.000 Has

606,605

32,3

4.459

25,8

De 1000,1 a 7500 Has

322.238,1

10

132

0,95

De 7500 o màs Has

522.570

27,8

25

0,11

Fuente: Elaboración propia a partir del Censo Nacional Agropecuario 2018.

A partir de la información brindada por el Censo se puede visualizar la existencia de una desigual distribución de la tierra en tanto que los estratos de menor y de mayor superficie concentran aproximadamente la misma extensión de superficie total, pero la cantidad de explotaciones agropecuarias que allí se desarrollan es diferente: en los estratos de menor extensión hay un gran número de explotaciones mientras que en los de mayor superficie, el número se reduce considerablemente.

Entre los principales cultivos de la provincia se identifica en primer lugar la yerba mate, destacándose también los de tabaco, té, citrus, hortalizas y frutas tropicales como la banana y la piña.

En lo referente al principal cultivo, el circuito productivo yerbatero (desde la producción primaria hasta el consumo final), involucra distintos actores económicos sociales altamente diferenciados y heterogéneos en cada etapa. Estos pueden diferenciarse según la “ tecnología utilizada, el tamaño de la unidad de producción (tanto en yerbales como en secaderos y molinos), el destino de la producción (comercio mayorista, minorista, exportación), la capacidad económica financiera y la integración de distintos eslabones en una sola empresa”(Sena, 2017:81).

Entre las características generales de la producción primaria que señala Sena  (2017) se ubican: i) una gran cantidad de pequeñas explotaciones, con baja productividad por hectárea, con una ocupación de superficie menor a 10 hectáreas y con utilización mayoritaria de mano de obra de carácter familiar, ii) explotaciones medianas, con mayores productividades unidad de superficie, con extensiones de hasta 25 hectáreas, que entregan a cooperativas o empresas privadas y contratan asalariados transitorios o servicios de cosecha, y iii) grandes explotaciones y empresas integradas, con productividades superiores y superficies de 26 hectáreas o más, emplean trabajadores asalariados y contratan servicios de cosecha. A partir de estos datos es que el autor arma su tipología depequeño, mediano y gran productor.

3.1.Etapas de la producción: producción y comercialización

Algunos autores como Rodríguez (2016), proponen dividir la producción de yerba en dos etapas, en las que se hallan actores diferentes. Por un lado, la etapa productiva y por otro la de comercialización.

En relación a la primera etapa productiva, el circuito de la yerba mate se inicia con la siembra e implantación del plantín de yerba mate, proceso que es llevado a cabo en mayor medida por los colonos propietarios de su propia finca. Una vez crecido el árbol, se procede a la poda de despuntes. La cosecha de puede clasificar en cosecha tradicional mejorada, semimecanizada y mecanizada integral. Generalmente el trabajo al interior de las pequeñas explotaciones familiares es realizado por la familia, mientras que las grandes contratan mano de obra para realizar la misma y poseen mecanización de procesos para llevarlos a cabo.

Una vez cosechada/podada la planta, la misma es trasladada por los socios hacia sus cooperativas de yerba. Las hojas de yerba mate son descargadas manualmente desde las camionetas o camiones hacia una balanza en la que se pesa la cantidad de producción que es llevada hasta allí. Las cooperativas pagan a sus socios según el peso de la misma.

Veinticuatro horas después de su poda debe iniciarse el proceso de sapecado y secado de la yerba.  El sapecado “consiste en la exposición de las hojas, en un proceso primario y rápido, de 20 a 30 segundos a la acción directa del fuego vivo que inactiva el protoplasma, destruyendo las enzimas responsables de los procesos biológicos de degradación. Esto impide la oxidación de las sustancias tánicas contenidas en la hoja, asegurando la conservación de su color verde” (Sena, 2017:66).Este se realiza en un horno rotativo cilindro con aletas en su interior, en el que los humos calientes ejercen su accionar, extrayendo más de la mitad del agua al interior de la hoja.

Las veinticuatro horas siguientes al sapecado, el material es sometido a un proceso de secado para reducir aún más, su contenido de humedad. Una vez secada la yerba y con el fin de facilitar el embolsado, se somete a la misma a un proceso de trituración tosco, llamado canchado (reduciendo hasta 3 veces el tamaño que ocupa).

Una vez cocinada la yerba, se estaciona para su maduración y es envasada en bolsas de arpillera entre 40 y 50 kg durante mínimo un año. Este estacionamiento es el natural, pero también existe el acelerado, realizado en cámaras, proceso que toma 30 días (principalmente usado por la agroindustria vinculada a la yerba mate).

Luego la materia prima es colocada sobre cintas transportadoras que la conducen hacia una zaranda circular de alambre, donde se eliminan ramas muy gruesas, cuerpos raros, etc. Para luego someter a las hojas a una trituración más. Finalizadas estas operaciones, se procede al envasado del producto final, quedando el producto listo para su comercialización.

La segunda etapa, la de la comercialización, se inicia una vez obtenida la yerba mate, canchada y estacionada.

A continuación se expone en formato tabular un detalle de los pasos mencionados:

Tabla N°2: Transformaciones productivas sobre la yerba mate.

Producción primaria

1º Transformación: Secanza

2º Transformación: Molienda y Fraccionado

Principales actividades:

Siembra, implantación, podas de despunte

(artesanales con tijeras), formación, cosecha y traslado.

Principales actividades:
Recepciòn y pesaje, descarga, estacionamiento en planchada, secado, canchado, estacionamiento

Principales Actividades: alimentación y mezclado, limpieza, trituración y separación, molido de palitos, molido de hojas, almacenamiento, fraccionamiento y empaquetado.

Producto: Hoja verde de yerba mate.

Producto: Yerba mate canchada y estacionada (2 años aprox).

Producto: yerba mate fraccionada y empaquetada.

Fuente: Elaboración propia en base a Sena (2017)

El destino de la producción, su comercialización varía según el actor encargado de venderla. Los productores de menos de 30 hectáreas principalmente venden la yerba a los secaderos más grandes, ya que no poseen tecnologías para poder procesarla. Estos pequeños productores como estrategia de reproducción han ido diversificando sus producciones, tanto para la venta como para el autoconsumo.

Por otro lado, las empresas más integradas -aquellas que obtienen los mayores rindes de la yerba- sí poseen las tecnologías para hacerlo, y por la densidad y calidad de las plantaciones que poseen, logran llegar a vender yerba mate lista para el consumo. El destino de su producción es principalmente el consumo minorista, mayorista, exportación y supermercados. 

En resumen, se percibe una oferta atomizada de productores con escaso poder de negociación y escasa influencia en la formación de precios, y por otro lado un sector industrial concentrado con alto poder para definir precios.  

En el siguiente cuadro se puede apreciar los distintos actores que entran en escena a partir de la segunda industrialización de la yerba mate. Se percibe el origen del que obtienen materia prima, asi como el destino de la misma.

 Tabla N°3: tipología de la segunda industrialización (molinos y fraccionadores)

Tipo de Molinos y Fraccionadores

Cooperativas

Molinos Yerbateros

Empresas Yerbateras Integradas

Empresas Productoras de alimentos e infusiones

Cadenas de Supermercados e Hipermercados

Origen de la materia prima (Yerba mate canchada- YMC)

Propia Compra a Secaderos

Propia Compra a Secaderos

Propia Compra a Secaderos

Compra a molinos yerbateros y fracciona

Compra a molinos yerbateros y fracciona

Destino de la Yerba Mate Molida o Producto Final

Consumo minorista Consumo mayorista Exportación

Consumo minorista Consumo mayorista Exportación Empresas Productoras de alimentos e infusiones Cadenas de Supermercados e Hipermercados

Consumo minorista Consumo mayorista Exportación Cadenas de Supermercados e Hipermercados

Consumo minorista Consumo mayorista Exportación Cadenas de Supermercados e Hipermercados

Consumo minorista a partir de sus cadenas de Supermercados e Hipermercados propios

Fuente: tomado de Sena (2017)

A partir del recorrido realizado en torno al circuito de producción de la yerba mate se pueden ir visualizando los diferentes actores al interior del mismo: productores, acopiadores, comercializadores, prestadores de servicios de cosecha y flete, secaderos, fraccionadores y molineros.

Por un lado, los productores son los agricultores que cultivan la yerba mate en sus campos y suelen estar ubicados en las regiones productoras de yerba mate. Estos venden su producción de yerba mate a los acopiadores. Por otro lado, los secaderos son las empresas que procesan la yerba mate para reducir su humedad y prepararla para el envasado. Mientras que los molineros son  empresas que muelen la yerba mate y la preparan para la elaboración de productos como el mate cocido y el té de yerba mate. Por su parte, los acopiadores son intermediarios que compran la yerba mate de los productores y la almacenan en grandes depósitos llamados acopios, y suelen ser empresas que compran grandes volúmenes de yerba mate para vender a los comercializadores. Luego, las comercializadoras se caracterizan por ser empresas que compran la yerba mate a los acopiadores y la venden a los fraccionadores y molineros. Finalmente los fraccionadores son empresas que se ocupan del envasado de la yerba mate y venta al por menor. También se pueden identificar empresas prestadoras de servicios de cosecha y flete, las cuales ofrecen servicios de cosecha y transporte de la yerba mate desde las plantaciones hasta los acopios.

En resumen, mientras que los productores más pequeños, con menos hectáreas y con escasa tecnología, producen la materia prima de la yerba mate y entregan sus producciones a cooperativas o venden la misma a grandes empresas, lo que puede leerse como una transferencia del excedente generado a las empresas más integradas. En este sentido, la situación más desfavorable la tienen las pequeñas explotaciones ya que al verse imposibilitados de procesar la materia prima y vender el producto final, no logran apropiarse del excedente generado.

La historia[3] La producción de la yerba mate se ha caracterizado principalmente por  vaivenes económicos que han rondado entre la sobreproducción hasta la escasez de la materia prima, lo que ha ido delimitando el precio de la misma, haciendo estallar diversas crisis económicas. Sin embargo, la tendencia a la concentración económica se profundizó fuertemente en la primera década del ‘90ante el avance del neoliberalismo. En este periodo de mercado desregulado, los grandes ganadores del circuito yerbatero fueron los molinos y las empresas de distribución y, los grandes perdedores, los pequeños productores.

4. Conclusiones

A partir de haber recuperado los aportes de diferentes autores en torno  los circuitos productivos regionales, hemos podido llegar a considerar que este enfoque se constituye en una herramienta metodológica que contribuye a generar diagnósticos regionales. A partir de la misma, es posible elaborar un análisis integral de las tramas socio productivas para ofrecer perspectivas desde las cuales abordar problemas de estructuras productivas desequilibradas. Es decir, poder generar diagnósticos que faciliten la planificación regional, con el diseño y puesta en marcha de políticas públicas para contribuir al equilibrio de las estructuras productivas. 

La utilización de la herramienta de los circuitos se centra en generar un recorte analítico que dé cuenta de un ámbito de crecimiento del proceso productivo global, nucleado alrededor de una actividad clave. Para ello parte de delimitar dicha actividad, la cual  define la unidad de análisis observable.

Si bien los/as autores/as recuperados/as han construído su propia forma de concebir el concepto de circuito productivo, se han podido identificar similitudes entre ellos. La mayoría coincide en que el análisis de los fenómenos regionales debe ser integral, considerando las facetas económica, social, histórica y política. No se debe dejar de abordar el mismo dentro de un determinado contexto (nacional y global). Asimismo, es central considerar la dimensión territorial en el abordaje de los mismos.

El análisis realizado en torno al circuito productivo de la yerba mate buscó considerar la forma en que se origina, traslada y apropia el excedente generado en el circuito. Para abordarlo, se consideraron los distintos eslabones de la cadena de producción: siembra, implantación, cosecha, traslado, secado, canchado, estacionamiento, limpieza y trituración, molienda, almacenamiento, fraccionado y empaquetado. Asimismo, se propuso diferenciar dos grandes etapas: la de la producción y la de la comercialización, ya que en estas distintas fases del proceso productivo se ubican distintos agentes económicos con desigual nivel de dominación, poder de negociación y por ende, distinta capacidad de apropiarse de forma diferencial sobre la tasa de ganancia.

En este contexto, resulta central también tener en cuenta el rol del Estado a lo largo de la historia de la producción yerbatera, haciendo énfasis en  el debilitamiento del Estado en su función reguladora durante el periodo neoliberal, lo que redobló la concentración económica.

En este sentido, es que se considera que el rol del Estado, sus acciones y omisiones, son un elemento central para considerar en el abordaje del circuito.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bordalejo, M. García Tarsia, A. Sterling, S. Scardino, M. y García, A. (2020): Diagnóstico Prospectivo. Dispositivos de intervención y enfoque regional de las provincias argentinas (2020). CEUR - CONICET.

Cariola, C. y Lacabana, M. (1985): Circuitos de Acumulación: Una Perspectiva de Análisis Integral para la Planificación Regional. Cuadernos del CENDES Nº 5, 65 - 96.

García, A. y Rofman, A. (2020). Circuitos productivos regionales: apuntes para una renovada herramienta analítica sobre procesos económicos en América Latina a principios del siglo XXI. Revista Brasileira de Estudos Urbanos e Regionais, 22, 1-26.

Jong, G. M. de. (2008). Análisis regional, estructuras agrarias y estrategias de desarrollo regional en la fruticultura del Alto Valle de la Cuenca del Río Negro. Tesis de doctorado. Universidad Nacional de La Plata].

Lacabana, M. (2020). La aplicación de la concepción de sistemas complejos al análisis de las actividades productivas. En: A. García, M. Bordalejo y P. Cardoso Moreira. (comp.). Ciclo de la Periferia. Circuitos productivos regionales, neoliberalismo y planificación (pp.1-69). CEUR - CONICET/IPPUR UFRJ.

Levin, P. (1981). Diseño de subsistemas. Boletín geográfico,8, 37-53.

Rodríguez, L. (2016) “Producción y comercialización cooperativa yerbatera en los márgenes. La provincia argentina de Misiones. La provincia argentina de Misiones (1991-2014)” / “Production and Cooperative Trading of Yerba Mate in the Margins. The Province of Misiones, Argentina (1991-2014)”. RIVAR Vol. 3, Nº 9, ISSN 0719-4994, IDEA-USACH, Santiago de Chile, septiembre 2016, pp. 54-79

Rofman, A. (org.) (2020) Circuitos productivos regionales y estrategias de desarrollo en la Argentina del siglo XXI. (pp. 1-296). IADE.

Manzanal, M y Rofman, A (1989). Las economías regionales de la Argentina. Crisis y políticas de desarrollo. Bibliotecas universitarias. Centro Editor de América Latina. CEUR - CONICET.

Sena, A. (2017). El circuito productivo de la Yerba Mate. Transformaciones, cambios y continuidades en el periodo post convertibilidad (2002-2016). Tesis para optar por el título de Magíster en Desarrollo Rural. Universidad Nacional de Misiones. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Secretaría de Investigación y Postgrado. Maestría en Desarrollo Rural.

 

 



[1] Ciclo de lectura organizado por la línea de investigación de Desarrollo Regional y Economía Social (DRyES) del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR-CONICET).

[2] Se entiende que la estructura agraria es el resultado de un proceso histórico que depende de las relaciones sociales de producción y sus luchas de intereses internas entre la fuerza de trabajo y medios de producción (Sena. 2017).

[3] La producción de yerba mate se remonta  al periodo jesuítico (hasta 1767), momento de inicio de las primeras plantaciones en Reducciones Jesuìticas, con la posterior expansión del consumo y finalmente abandono del mismo. Para 1876- 1930 momento en que Corrientes enajena y vende el 70% del territorio de Misiones a 29 compradores. Se inicia con un proceso de colonización y constitución de la estructura agraria a través de procesos de colonización oficial y privada. Ya en 1900- 1930 se produce la primera plantación de importancia, y se comienza a expandir el cultivo de yerba mate, estableciendo la obligación del colono de residir, plantar y cultivar. En 1935 – 1955 estalla una crisis de sobreproducción, ante lo que se instalan cupos de cosecha y prohibición de nuevas plantaciones. Este escenario conlleva la producción de la sobreproducción a la escasez de materia prima (1955-1980), y el consecuente aumento de la demanda y por ende de los precios. Por lo que se vuelve a autorizar la cosecha total sin limites. La década de 1980 – 1991 se caracteriza por la intervención de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate y el Mercado Consignatario (CRYM) (1984), la implantación de nuevos yerbales y el incremento de los precios por escasez (1987/88). Seguido de un aumento de la producción y de la caída de los precios. Finalmente para 1991- 2001, comienza una etapa de desregulación total del sector. Se disuelve la CRYM, y se comienza un proceso de implantación de yerbales de alta densidad. Se produce una fuerte disminución del precio de compra de la materia prima, que desemboca en movilizaciones sociales (Sena,2017).

 

 

 

 

PRESENTACIÓN DOSSIER N° 53 “HÁBITAT Y CIUDAD”

PRESENTACIÓN DOSSIER N° 53 “HÁBITAT Y CIUDAD”

 

Este dossier sobre “Hábitat y Ciudad”, al igual que los anteriores sobre “Seguridad en los Territorios”, publicado en el n° 51 de Mundo Urbano en diciembre de 2021, y “Género y Ciudad” en el n° 52 de Mundo Urbanos en julio 2022, reúne una selección de trabajos presentados en el 4to Congreso Latinoamericano de Estudios Urbanos (4CLEU) “Transformaciones Metropolitanas en América Latina. La investigación frente a nuevos escenarios”, realizado en octubre de 2019 en el campus de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y organizado por el Instituto del Conurbano (ICO) en el marco de URBARED, que es una red sobre problemáticas urbanas en América Latina integrada por el ICO-UNGS, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Nacional de Quilmes.

 

El Congreso se organizó en 12 ejes temáticos y 35 mesas de trabajo donde se presentaron 148 ponencias de publicadas en las Actas del 4CLEU http://urbared.ungs.edu.ar/project/4to-congreso-latinoamericano-de-estudios-urbanos/) 

 

En particular, la problemática del Hábitat y la Ciudad, tal como se presenta en las grandes regiones metropolitanas de América Latina es tal vez uno de los desafíos que es necesario estudiar, con vistas a revisar los diversos abordajes, pues se trata de la manifestación más acabada de una creciente desigualdad social y territorial. Es un tema clásico, es cierto, pero continúa interpelando, pues se requiere de nuevas herramientas conceptuales y metodológicas para comprender los procesos de una configuración metropolitana cada vez más desigual y menos sustentable, por un lado, y de políticas públicas e instrumentos, que amplían la agenda urbana incorporando la perspectiva de derechos, el enfoque de géneros y diversidades por el otro.

 

Nos alegra mucho que esta selección de trabajos presentados en el 4CLEU, pueda ser publicada por Mundo Urbano y aporte a una discusión necesaria.

 

 

Andrea Catenazzi

Decana (ICO-UNGS)

Gonzalo Vázquez

Secretario de Investigación y Desarrollo Tecnológico y Social (ICO- UNGS)

INTRODUCCIÓN DOSSIER HÁBITAT Y CIUDAD

INTRODUCCIÓN DOSSIER HÁBITAT Y CIUDAD

 

Coordinadora Editorial de Urbared:

María Guillermina Zanzottera

 

Editoras Invitadas:

Alicia Ziccardi, María Cristina Cravino y Eugenia Jaime

 

Los siguientes artículos fueron presentados en una primera versión en 4° Congreso Latinoamericano de Estudios Urbanos “Transformaciones Metropolitanas en América Latina. La investigación frente a nuevos escenarios” en 2019. Los cuatro fueron inscriptos en el Eje “Hábitat y desigualdades urbanas".

La desigualdad urbana, segregación socio espacial y pobreza estructural, son problemáticas que requieren ser examinadas desde un abordaje integrador que permita articular las particularidades que acarrea la población en su vida cotidiana. En ese sentido interesa reflexionar desde una perspectiva estructural acerca de los conceptos, las interacciones realizadas por los actores, los desplazamientos, su distribución y los instrumentos de medición y mapeo de los observables de estas problemáticas.

 

Los movimientos sociales y el derecho a la ciudad

El derecho a la ciudad es una noción con significados diferentes según los autores que se consideren, pero desde que la acuñó Henri Lefebvre a la actualidad conserva la fuerza de ser una apelación movilizadora de la ciudadanía y transformadora de la realidad urbana y social.

Lefebvre en su libro “Le Droit à la ville”hace un original análisis y una profunda crítica a una realidad urbana que conducía a la desintegración de la ciudad como proyecto colectivo. Frente a ello recupera el valor social y humano del barrio y de la calle, el derecho a la ciudad. La idea que subyace es que la ciudad es producida social e históricamente y la distingue de lo urbano, al considerar que la primera es una “realidad presente, inmediata, dato práctico sensible, arquitectónico”, mientras que lo urbano es “una realidad social compuesta por relaciones a concebir, a construir y a reconstruir por el pensamiento” (Lefebvre, 1978: 67). En este sentido, el derecho a la ciudad para Lefebvre “no puede concebirse como un simple derecho de visita o retorno hacia las ciudades tradicionales” sino que debe “formularse como derecho a la vida urbana, transformada, renovada” (Lefebvre, 1978: 138).  Pero además para este autor la clase obrera es el sujeto colectivo transformador de la ciudad y de las políticas urbanas, pensamiento propio del análisis marxista de la época. Sin embargo, debe reconocerse que en aquella época otros autores trataban de captar la complejidad de los procesos de transformación de la sociedad y la ciudad. Manuel Castells y Jordi Borja visualizan ya otros actores con capacidad para generar transformaciones urbanas e incidir en los procesos de planeación, los denominan “movimientos sociales urbanos” y reivindican el acceso y la calidad de los bienes colectivos (Ziccardi, 2019 a).

Actualmente, las concepciones del derecho a la ciudad han sido resignificadas, principalmente por el geógrafo marxista David Harvey, quien se ha encargado de señalar que el resurgimiento de esta idea en los últimos años del siglo XX, no es un legado intelectual de lo que Lefebvre consideró como el resultado de las acciones colectivas realizadas en las calles de muchas ciudades del mundo. Para este autor es un derecho que actualmente ostenta una pequeña élite política y económica, por lo que esta vez se hace un llamado que va más allá porque finca en las movilizaciones sociales que se advierten en muchos lugares del mundo la capacidad de exigir un control democrático sobre la producción y uso del excedente de capital. De esta forma y sólo haciendo este tránsito se garantizará con el ejercicio pleno de derecho a la ciudad al colocar este excedente generado en la producción de los bienes urbanos bajo el control democrático del pueblo y por esta ruta disminuir las desigualdades urbanas que amplifican las grandes desigualdades estructurales que existen en nuestra sociedad (Ziccardi, 2019b).

 

Desigualdades urbanas y segregación

En el campo académico de los estudios urbanos crece la tematización de la desigualdad en sus diferentes aspectos, consecuencias, escalas y las percepciones de la misma (tal como se trata en este dossier). Históricamente la discusión rondó alrededor del concepto de segregación socio espacial, el que actualmente comenzó a resemantizarse. La cuestión se amplió a nuevas formas de organización espacial de las ciudades, al mismo tiempo que se buscaba capturar las transformaciones en los modos del habitar en un contexto de globalización de la economía mundial y de la urbana en particular. Por otra parte, ya no se trataba sólo de analizar las brechas entre los ingresos de diferentes estamentos, sino también las diferencias racializadas, étnicas o de nacionalidades. Este último tópico cobró relevancia a partir de las últimas décadas, cuando comenzaron a ser más relevantes los procesos migratorios transnacionales y emergieron conflictos urbanos dónde lo étnico racial era un eje central.

El espacio urbano y sus diferenciaciones se explican por la relación dialéctica entre las desigualdades sociales espacializadas, el espacio urbano que genera desigualdades, los procesos inerciales de las temporalidades urbanas, así como las políticas públicas que buscar incidir en las condiciones económicas, sociales y urbanas (Cravino, 2021). Bourdieu (1999) planteaba que el espacio urbano no es un espejo de los procesos sociales, sino que es un reflejo turbio. En una metrópoli donde los recursos materiales, servicios y oportunidades laborales, educativas o culturales se encuentran desigualmente distribuidos, la localización residencial es una estrategia que desarrollan las familias o grupos sociales para desarrollar sus actividades cotidianas. Estas prácticas contienen elementos simbólicos de distinción con otros sectores sociales. En algunos casos, esta localización implica o busca distanciarse geográficamente de los que se consideran diferentes y en otros se desarrollan dispositivos de distanciamiento moral. Esto sucede tanto para aquellos que se consideran de mayor estatus social como para los que se perciben de menor rango. Falta aún ahondar en las dinámicas diferenciales entre las metrópolis, ciudades intermedias y pequeñas (en este dossier se indaga sobre dinámicas de movilidad y segregación en una ciudad intermedia argentina) y buscar no necesariamente consensuar términos, pero sí por lo menos precisar los conceptos utilizados en relación a desigualdades urbanas y segregación.

La estructura urbana es el resultado de ladivisión social del espacio urbano, proceso en gran medida determinado por la dinámica del mercado inmobiliario y la apropiación diferencial de la renta del suelo. Las formas que adquiere la distribución residencial y las desigualdades en las condiciones de vida en el interior de la ciudad, resultan de la acción de los grupos sociales interesados en la apropiación de la renta real (Harvey, 1997), entendida como la tensión entre el acceso desigual al consumo de los bienes y servicios colectivos y las ganancias generadas por la valorización inmobiliaria. El estudio de la experiencia y las prácticas urbanas, las representaciones e imaginarios (Silva, 1992), las formas de uso y consumo del espacio urbano, entre otras líneas de investigación dan cuenta de que el espacio urbano es producto y deviene tanto de una realidad material como de los diferentes modos en los cuales esta realidad es experimentada y vivida por los sujetos. En ella están presentes tensiones por los usos y pujas simbólicas, lo que se plasma en conflictos urbanos.

A continuación, presentaremos brevemente los artículos que dan cuenta de una multiplicidad de abordajes para el análisis de las cuestiones antes enunciadas de manera tal de incidir en el proceso de reproducción de las desigualdades socioespaciales para modificarlo.

En el artículo de Juan Carlos Bautista, titulado “La construcción del derecho a la ciudad en Argentina y los desafíos de la desigualdad socio-espacial y pobreza estructural", se busca poner en discusión el rol del Estado y las obligaciones de actuación para garantizar el desmantelamiento efectivo de las desigualdades estructurales urbanas y alguna de sus manifestaciones más significativas como la pobreza estructural que afecta de manera diferenciada a ciertos grupos sociales. Para ello tiende un puente entre las definiciones de derecho a la ciudad, atravesándolas por otros conceptos, como el principio de igualdad estructural o como no sometimiento de grupos. Busca, de ese modo, realizar una relectura del constructo desde los marcos jurídicos de nuestro país y así robustecer un giro en la forma de concebir la ciudad, las dinámicas sociales urbanas y fundamentalmente de cómo gestionar institucionalmente una ciudad más justa y democrática.

El artículo de Palumbo, titulado "Políticas habitacionales y segregación residencial socioeconómica: una propuesta metodológica para el análisis espacial de la vivienda social", propone un abordaje metodológico para el análisis de la localización de vivienda social y sus vínculos con procesos de segregación residencial socioeconómica preexistentes. A través de técnicas de análisis espacial facilitadas por los sistemas de información geográfica (SIG) analiza el caso del Programa Federal de Construcción de Viviendas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) entre 2004 y 2019. Desde ahí, correlaciona el proceso de segregación, con información sobre la ubicación de unidades de vivienda social, para enunciar hasta qué punto una vivienda social tendrá mayor probabilidad de estar emplazada en una zona definida operacionalmente como segregada (relativamente homogénea en su composición social, de nivel socioeconómico bajo). Por último, nos acerca algunas reflexiones sobre la necesidad de construir políticas habitacionales más integrales e inclusivas. 

En el artículo "Reproducción social y estrategias habitaciones en el Gran Córdoba, 2003-2015. Un estudio relacional", Evangelina Ferrari organiza su trabajo desde una perspectiva relacional de lo social, realizando un aporte metodológico conformado por una instancia objetivista y otra cualitativa. En la instancia objetivista se ocupó de captar la estructura a través de la construcción del espacio social o campo donde se posicionan las distintas clases de agentes, siguiendo la teoría de los campos de Bourdieu. Con la misma perspectiva, en la instancia cualitativa o subjetiva, buscó captar los sentidos vividos y las prácticas concretas que esos agentes han puesto en marcha en sus trayectorias mediante la realización de entrevistas en profundidad. El artículo aporta lineamientos novedosos para comprender el despliegue diferencial de estrategias habitacionales en las distintas clases sociales.

Por último, Inés González Alvo, en el artículo titulado: "Movilidad urbana y desigualdad socio-territorial. El caso del Sistema Metropolitano de Tucumán", indaga sobre la movilidad cotidiana, entendiendo que el transporte público es esencial para reducir las desigualdades, por tratarse del medio motorizado que posee mayor efecto desmercantilizador de la movilidad. La autora introduce un análisis territorializado, que le permite identificar como el crecimiento extendido en superficie, y de baja densidad con barrios cerrados y asentamientos informales, conlleva a un fuerte déficit de infraestructura. Por último, en las conclusiones se hace referencia al carácter crucial que tienen las condiciones de movilidad para el acceso de los ciudadanos a los servicios, a la centralidad urbana y a las estructuras de oportunidad. Aporta, miradas propositivas para un tema de relativa vacancia en Argentina, y en particular en las ciudades intermedias.

 

Bibliografía

Bourdieu, P. (1999). Efecto de lugar. En Bourdieu, Pierre, La miseria del mundo (119-14). Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.

 

Cravino, M. C. (2021). Imaginarios geográficos y desigualdad urbana en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Argentina). Estudios Socioterritoriales. Revista de Geografía, (29), pp. 1-18.

 

Harvey, D. (1997). Urbanismo y desigualdad social. Madrid, España: Editorial Siglo XXI.

 

Lefebvre, H. 1978 (1968) El derecho a la ciudad (Barcelona: Ediciones Península).

 

Silva, A. (1992). Imaginarios urbanos. Bogotá y São Paulo, cultura y comunicación urbana en América Latina. Bogotá: Tercer Mundo Editores.

 

Ziccardi, A. (2019 a) “Nueva arquitectura espacial, pobreza y desigualdad territorial”, en Revista Polis, UAM-Iztapalapa, vol. 15, no. 1, 2019, pp. 7-31.

 

Ziccardi, A. (2019b) “Nuevas formas urbanas y el derecho a la ciudad”, en Fernando Carrión y Manuel Dammert, El derecho a la ciudad en América Latina, Universidad Católica de Lima, Perú, 2019.

 

LA CONSTRUCCIÓN DEL DERECHO A LA CIUDAD EN ARGENTINA FRENTE A LA DESIGUALDAD SOCIO-ESPACIAL

LA CONSTRUCCIÓN DEL DERECHO A LA CIUDAD EN ARGENTINA FRENTE A LA DESIGUALDAD SOCIO-ESPACIAL

Críticas y aportes desde un enfoque de derechos

 

Bautista Murillo, Juan Carlos[1]

 

Resumen

Este trabajo tiene como objetivo principal poner en discusión bajo un enfoque de derechos la conceptualización y construcción socio-académica de la idea político-jurídica del derecho a la ciudad frente a los desafíos que plantea la desigualdad socio-espacial urbana y su correlato en la pobreza estructural que afecta a determinados sectores o grupos sociales.

A partir de allí, re analizamos las definiciones sobre el derecho a la ciudad a la luz de otros conceptos como el principio de igualdad estructural o como no sometimiento de grupos, propio del derecho constitucional moderno y de los derechos humanos. En consecuencia, será central re discutir el rol del estado y las obligaciones de actuación para garantizar el desmantelamiento efectivo de las desigualdades estructurales urbanas y alguna de sus manifestaciones más significativas como la pobreza estructural que afecta de manera diferenciada a ciertos grupos sociales.

Nos centramos en la relectura de distintos estudios, postulados teóricos, y hechos institucionales notables que se ocupan tanto del análisis de las desigualdades socio-espaciales estructurales, como también de la construcción socio-jurídica de un nuevo derecho a la ciudad en nuestro país y en consecuencia proponemos una re discusión de estas ideas.

Palabras Clave: Desigualdad socio-espacial, Pobreza estructural, Derecho a la ciudad, principio de igualdad

 

Constructing the right to the city in Argentina in front of social-spatial inequality

Critics and contributions from a rights approach

 

This article has the main purpose to debate, under a human rights approach, the conceptualization and construction of the political-jurisprudential idea of the right to the city, in front of the challenges produced by socio-spatial inequality and structural poverty that affects social groups in the city.

Thence, we analyze definitions on the right to the city under the light of other concepts such as the structural equality principle or anti-subordination equality principle, belonging these to the modern constitutionalism and human rights law. Therefore, it will be essential to debate the State’s roll and legal obligations for securing the effective deconstruction of structural or permanent urban-social inequalities and some of its significant outcomes such as structural poverty that act in a differential manner on certain social groups.

Then, we focus on re-analyze different studies, researches, theories and institutional facts that concern about both, social-spatial inequalities and the construction of a different perspective upon the right to the city in our nation. Consequently, we propose new arguments about these ideas.

Key Words: Socio-spatial inequality, Structural Poverty, Right to the city, Equal Principle

 

Introducción

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde que Henri Lefebvre delineara en los años 60 el primer concepto o idea del derecho a la ciudad e incluso desde que los movimientos sociales, principalmente latinoamericanos, lo retomarán y plasmarán en normativas como el Estatuto de la Ciudad en Brasil o declaraciones de propósitos como la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad adoptada en el Foro Social Mundial de 2004 y 2005. Sin embargo, aún creemos que este caudal no ha sido suficiente, al menos no para producir cambios significativos en los sistemas normativos, políticos y democráticos de nuestras sociedades, principalmente en nuestro país. A pesar de algunas iniciativas progresistas como la Ley de Acceso Justo al Hábitat de la provincia de Buenos Aires, la deuda regulatoria continúa siendo enorme.

Lo cierto es que la construcción de esta idea político-jurídica aún continúa y está más vigente que nunca. Es sobre esta vigencia y dinámica de desarrollo que pretendemos aportar nuevas ideas, a partir de re discutir este paradigma sobre la ciudad a la luz principio de igualdad, poniendo foco en las desigualdades estructurales socio-espaciales y así robustecer aún más lo que se propone como un giro copernicano en la forma de concebir la ciudad, las dinámicas sociales urbanas y fundamentalmente de cómo gestionar institucionalmente una ciudad más justa y democrática.

Al mismo tiempo, estas propuestas dialécticas le permiten a la ciencia jurídica salir de sus propios dogmatismos y tomar contacto con la realidad social para transformarse en una herramienta de cambio y superación mediante la regulación y tratamiento de los fenómenos sociales que explican la desigualdad y la segregación, incorporando también un lenguaje de derechos. Proponemos pensar estos fenómenos, no como meros hechos inevitables o que quedan por fuera del espectro de la relevancia jurídica, sino como plausibles de ser abarcados y repensados como una cuestión de vulneración de derechos fundamentales.

Finalmente, entendemos que la construcción conceptual de un derecho y en especial del derecho a la ciudad, debe ser fruto de todas las expresiones sociales que componen una democracia constitucional como la nuestra. Debe ser un proceso dialéctico de discusión permanente entre todos los sectores: académicos, funcionarios estatales, organizaciones civiles y de base, empresarios privados, grupos sociales afectados, etc. Quizás uno de los desafíos más grandes a los que nos enfrentamos no sea llevar a cabo esta tarea, sino más bien encontrar los cauces institucionales óptimos que nos permitan hacerlo con perspectivas reales de transformación.

 

Precisando conceptos y sus relaciones interdisciplinarias

Todos los elementos señalados en los puntos anteriores y que forman los nudos centrales de este trabajo se componen de definiciones más o menos precisas que necesitan ser cuidadosamente tratadas con el fin de no confundirlas y lograr una comprensión de lo que aquí se plantea.

El primero de ellos es el derecho a la ciudad: debemos tener en cuenta que este concepto envuelve dos dimensiones relacionadas que, suelen ser confundidas causando algunas imprecisiones que es mejor resolver para su desarrollo. La primera de ellas se refiere a una idea netamente política, y que involucra en términos generales, la democratización de la ciudad a partir de su desmercantilización, de la regulación contra las especulaciones de los agentes inmobiliarios y la participación igualitaria en su gestión y ocupación por parte de los colectivos sociales. Esta es la dimensión propuesta entre otros por Lefebvre (1969) y Harvey (2013). Por su parte, y en segundo lugar, tenemos a la dimensión normativa, que implica legislar estas ideas políticas y traducirlas en textos jurídicos contenedores de herramientas de gestión urbana partiendo del principio central de función social de la propiedad privada y de la ciudad, y al mismo tiempo introduciendo derechos que sean exigibles por los ciudadanos y ejecutables por el estado, no como una facultad sino como una obligación (Fernández, 2010; Levenzon & Tedeschi, 2017). Es sobre esta segunda dimensión donde está todo por hacerse y es además donde pretendemos construir nuestras propuestas.

El segundo elemento conceptual es la desigualdad socio-espacial,entendida como fenómeno negativo de ocupación y apropiación diferenciada, tanto cuantitativa como cualitativamente, del espacio urbano (Álvarez Rojas, 2013) junto a una de sus principales consecuencias o fenómenos relacionados como la segregación socio-espacial (CEPAL, 2007; 2016; Segura, 2014). En América Latina, estas dos caras de la misma moneda se desarrollan y explican a partir de factores de estratificación y diferenciación socio económica por parte de los grupos sociales en el espacio urbano, a diferencia de otros países donde factores como la raza o la religión tienen mayor influencia para determinar la ocupación del espacio (Rodríguez Vignoli & Arriagada, 2004). Particularmente, la segregación o separación forzada que afecta a los grupos más vulnerables, de menores recursos, tiene como resultados la conformación de áreas y barrios aislados y segregados de la ciudad, caracterizados por la informalidad, la precariedad, el acceso desigual a equipamientos, servicios, infraestructura urbana y oportunidades laborales en general (Katzman R., 2001; Zicardi, 2015). Estos barrios usualmente son conocidos como tugurios, nuevos guetos, villas, asentamientos precarios, barrios populares o barrios de mayor vulnerabilidad social como preferimos denominarlos. Es en este contexto social del espacio, donde se producen y reproducen las desigualdades en detrimento de la integración social de estos grupos (Segura, 2014; CEPAL, 2016).

Lo siguiente es reflexionar sobre el conceptode pobreza y su insuficiencia para dar cuenta de fenómenos complejos que involucran el espacio urbano. En un primer intento podemos definir a la pobreza como la incapacidad de adquirir ciertos bienes y servicios básicos en función del ingreso percibido.[2] Esta constituye además la forma y medida habitual para determinar y tratar su existencia, siendo así una medida absoluta y no relativa como la desigualdad (Sen, 1992 b). Sin embargo, sostenemos que esta definición no es suficiente y satisfactoria para explicar la permanencia y cristalización en esta situación de algunos segmentos o grupos de la población que además ocupan el eslabón más vulnerable o carenciado de la brecha de desigualdad socio-espacial. Proponemos entonces conceptualizar la pobreza bajo un enfoque estructural o multidimensional (CEPAL, 2007; 2010).

Así llegamos a la idea de pobreza estructural urbana. Bajo este enfoque queremos marcar una situación que va más allá de la capacidad adquisitiva por ingreso, y también más allá de un mero hecho coyuntural, como podría suceder cuando una crisis económica repentina deja por debajo de la línea de pobreza (medida por ingresos) a algún sector de la población. Podríamos decir que se trata de una situación de privación agravada de bienes que se relaciona con la ausencia más o menos permanente de oportunidades de acceso a educación de calidad en todos sus niveles, trabajo formal, seguridad social, una red de contactos sociales y la pérdida de la movilidad social ascendente. Además, es bajo esta idea de pobreza donde es posible relacionar la ocupación desigual y segregada del espacio urbano como un reflejo y al mismo tiempo como un fenómeno reproductor de las condiciones para su agravamiento. Esta última categoría y dimensión tiene una gravitación preponderante que incide en la transmisión intergeneracional de la pobreza dentro de un mismo grupo familiar (CEPAL, 2010).

El cuarto elemento conceptual es el principio de igualdad, que también implica una doble dimensión política y jurídica que merece ser tratada. Sobre la primera solo diremos que es el ideal político y la base sobre la que se construyeron todos los estados democráticos y constitucionales modernos (Sen, 1992). En cuanto a lo jurídico, el principio y derecho de igualdad es el precepto transversal sobre el que se sustentan todas las constituciones, tratados de derechos humanos y leyes inferiores, garantizando una protección y reconocimiento de derechos de forma igualitaria para todas las personas, al menos en el plano formal (Saba, 2016). Este principio suele ser traducido en las fórmulas de “igualdad ante la ley”, “igual protección de la ley” y la prohibición de trato discriminatorio.[3] A pesar de la aparente simplicidad de las fórmulas normativas, el principio de igualdad ha sido y es uno de los tópicos de más arduas disputas en el campo legal, probablemente heredando y potenciando las diferentes posturas existentes en su dimensión política (Palacios Zuloaga, 2006). Para simplificar mucho la cuestión, podemos decir que la interpretación y aplicación más difundida de éste en el campo jurídico, implica la prohibición de discriminación o de trato discriminatorio. Esto quiere decir que no se pueden realizar distinciones de trato, de beneficios o de restricciones que se basen en criterios arbitrarios, irrazonables o ilegítimos como podrían ser criterios basados en la raza, el género o la religión de las personas (Ronconi, 2019).

No obstante, la igualdad sólo entendida como no discriminación también presenta serias limitaciones. Lo primero es que no considera la existencia de situaciones donde es difícil establecer con claridad un acto de discriminación o exclusión explicito, ni considera la realidad o contexto social sobre la que se dan esos tratos, beneficios o restricciones. Lo segundo es que, al presumir una cierta igualdad de circunstancias, tampoco tiene en cuenta que la raza, el género e incluso la condición social son fuentes de exclusiones y desventajas permanentes que afectan de forma desproporcionada a determinados grupos sociales, afectando así el acceso a derechos humanos fundamentales como la educación, el trabajo, la salud, la vivienda digna, entre otros (Saba, 2016).

Es como consecuencia de estas limitaciones e insuficiencias que comenzó a perfilarse una nueva idea jurídica sobre el principio de igualdad. Esta renovada interpretación de la igualdad jurídica parte de una concepción que se conoce como estructural o de no sometimiento de grupos (Fiss, 1977; Saba, 2016; CIDH, 2019) y es reflejada en algunas constituciones[4] o tratados de derechos humanos[5] en favor de determinados grupos históricamente excluidos.

La igualdad jurídica entendida desde una interpretación estructural o como de no sometimiento de grupos implica un salto cualitativo en el examen jurídico de las desigualdades, tomando en cuenta el contexto social en el que se insertan las personas, visibilizando que existen grupos de pertenencia excluidos y desaventajados por estructuras institucionales rígidas y patrones sociales o culturales, que sumadas unas con otras como factores, determinan un sometimiento estructural que perpetúa las desigualdades jurídicas y de hecho entre éstos grupos y el resto de la sociedad (Saba, 2007). Bajo este concepto, las categorías como la raza, el género, la nacionalidad o la condición social sirven como elementos a tener en cuenta para identificar la conformación de grupos estructuralmente desaventajados.

Además, la igualdad estructural como principio jurídico sirve como fundamento y justificación a las acciones afirmativas o especiales que benefician de manera singular a un grupo con el fin de compensar y recortar las distancias existentes en la sociedad (Saba, 2013; Ronconi, 2019). Un claro ejemplo son las leyes de cupo laboral femenino o trans, o los cupos de ingreso universitario para personas de color, indígenas o de escasos recursos implementados en otros países. Pero también es posible pensar en otro tipo de medidas con idénticos fines, medidas que rompen la idea de igualdad formal, establecen un beneficio para determinados grupos o sectores y que encuentra plena justificación en la constitución y tratados de DDHH.

Bajo esta idea de igualdad es válido y necesario preguntarse, si los grupos que se encuentran en una situación de desigualdad socio-espacial, segregados socialmente en el espacio y bajo una situación de pobreza estructural, pueden ser considerados grupos estructuralmente desaventajados y sometidos, siendo así acreedores de tratos preferenciales y políticas especiales para revertir y desmantelar las causas que producen y reproducen esta realidad.

Creemos que el derecho a la ciudad nos ofrece una primera respuesta o aproximación sobre cómo compatibilizar un fenómeno social urbano complejo con los marcos de derechos que hemos propuesto. Es necesario indagar dentro de este nuevo paradigma sobre la ciudad, qué herramientas conceptuales y de políticas contiene para abordar la realidad social descripta, y luego indagar cómo se relacionan éstas con la idea de igualdad que hemos propuesto. También es necesario desarrollar algunas de las características que presenta la ciudad latinoamericana y argentina, las desigualdades socio-espaciales, fenómenos como la segregación forzada de los más vulnerables y la pobreza estructural. Esto nos permitirá examinar la posibilidad de caracterizar a los grupos socio-espacialmente desaventajados como grupos en situación de desigualdad estructural para el derecho.

Luego, como parte central del trabajo, propondremos discutir las sinergias entre el derecho a la ciudad, la desigualdad socio-espacial y fenómenos conexos bajo un enfoque de derechos a partir del principio de igualdad estructural. Finalmente analizaremos las proyecciones y consecuencias de este análisis sobre las políticas públicas urbanas tomando en cuenta algunos casos concretos de legislaciones o medidas que pueden ser representativas de los modelos y conceptos desarrollados.

 

El derecho a la ciudad. Estado actual en Argentina y desafíos futuros

Como consigna filosófica y política el derecho a la ciudad tiene su origen en los textos del sociólogo francés Henri Lefevbre (1969). Más tarde en el tiempo y hasta nuestros días, son muchos los académicos de distintas disciplinas que retomaron esta idea como un paradigma en el cual sustentar su visión crítica sobre el urbanismo moderno y su visión propositiva sobre la ciudad posible, en esta línea encontramos a Harvey (2013), Mitchell (2003), Borja (2012) y Zicardi (2016).

Esta forma crítica de ver la realidad urbana y las políticas estatales está íntimamente relacionada con la dimensión política del derecho a la ciudad y de forma más débil con la dimensión jurídica. Sin embargo, los crecientes movimientos sociales en las últimas dos décadas, principalmente latinoamericanos, han reivindicado estas concepciones políticas y las han transformado en verdaderas propuestas ciudadanas, tendiendo un puente entre estos dos espectros del derecho a la ciudad y logrando incluso la sanción de las primeras herramientas normativas (Pisarello, 2011).

Como un nuevo paradigma jurídico, Tedeschi y Levenzon (2017) afirman que estamos en presencia de la dimensión espacial del principio de igualdad y no discriminación (afirmación que compartimos, pero a la cual complementamos con la visión estructural y de no subordinación de este principio jurídico constitucional, como veremos seguidamente) y lo relacionan estrechamente con la idea de justicia espacial desarrollada entre otros por Soja (2014). Fernández (2010) por su parte, pone énfasis en el cambio de modelo legal y principio lógico que implica la adopción de este derecho, pasando del liberalismo positivista típico del derecho privado o civil, que pone como máxima expresión de la libertad y la democracia a los derechos individuales entre ellos el derecho de propiedad, hacia un modelo que explicita la función y compatibilidad social de los derechos ya sean individuales o colectivos, entre ellos el derecho de propiedad y a la ciudad.

En el plano más positivista, una de las críticas que se le han formulado al derecho a la ciudad es que adolece de una imprecisión conceptual (Levenzon & Tedeschi, 2017), algo así como un derecho de definición difusa, que lo hace impasible de ser normativizado. A pesar que la crítica toma un aspecto real, lo cierto es que estamos en presencia de un derecho emergente, en construcción y que además es un derecho complejo, puesto que envuelve muchos principios, elementos y herramientas que juntas completan la dimensión jurídica del derecho a la ciudad.[6]

El derecho a la ciudad aparece en el ámbito normativo a través de distintas iniciativas legislativas que intentan plasmar sus principios a través de la reforma de los marcos legales urbanísticos, dotándolos de herramientas de gestión que rompen con el modelo liberal imperante. El caso más emblemático es el de Brasil que a través del Estatuto de la Ciudad,[7] ley que reglamenta un capítulo de la Constitución[8] dedicado a las políticas de gestión urbana, impone como punto de partida la función social de la propiedad y de la ciudad (Ministerio de las Ciudades de Brasil, 2010). Este complejo instrumento trae consigo una variada gama de herramientas de gestión urbana que permitirían lograr, entre otros propósitos, la correcta distribución de las cargas urbanísticas, evitar la especulación del suelo, regular su uso informal por parte de los sectores vulnerables, el acceso a una vivienda digna, la participación ciudadana en el manejo de la ciudad, entre otros.

En nuestro país el panorama es algo diferente. En nuestra opinión la gran divergencia con el caso brasilero es que Argentina sorprendentemente no cuenta dentro de sus Constitución con ninguna referencia a la gestión urbana, ni siquiera ha incorporado la función social de la propiedad como principio[9] (Levenzon, 2012) y ello debido a razones netamente políticas. Otro factor decisivo en esta carencia regulatoria se basa en que, en principio, y a pesar de algunos intentos nacionales, corresponde a las provincias y a los gobiernos locales legislar en materia urbanística lo que dificulta muchísimo la tarea de lograr uniformidad de criterios y avanzar hacia un horizonte común en base a legislaciones de alcance nacional.

A pesar de esta notable omisión del constituyente argentino, lo cierto es que existen algunas propuestas o normativas provinciales o locales que introducen alguno de los postulados del derecho a la ciudad. La más significativa es la ley 14.449 de Acceso Justo al Hábitat de la provincia de Buenos Aires[10] que introduce expresamente un concepto de derecho a la ciudad.[11] Al igual que el estatuto de Brasil, parte de la expresión que la ciudad y la propiedad cumple una función social elemental en el desarrollo democrático e igualitario de la sociedad.

Siguiendo el modelo brasilero, la normativa bonaerense introduce una serie de herramientas de regulación, gestión del suelo, de participación y novedosamente introduce la noción de acción[12] entendida como un derecho de los ciudadanos para reclamar, ya sea administrativamente o judicialmente, el cumplimiento de la ley, los derechos consagrados e incluso los procesos de participación. Sin dudas esto representa un paso adelante que rompe el molde y dota de utensilios jurídicos no solo a los estados locales sino también a la población, democratizando aún más el manejo de la ciudad.

A través de esta breve descripción, podemos concluir que, más allá que la implementación y notoriedad en la transformación de las ciudades sea lento y en el camino encuentre muchos obstáculos que trascienden a lo netamente jurídico o urbanístico, es positivo contar con estos modelos de regulación urbana y otros que se han generado en diferentes estados de la región (Levenzon & Tedeschi, 2017).

A modo de crítica, también podemos afirmar que el derecho a la ciudad en el ámbito normativo se ha limitado a la gestión y regulación del suelo urbano como medios para lograr la satisfacción de este mismo derecho y de otros como el derecho a la vivienda y un hábitat digno. Esta limitación apunta a solucionar un aspecto central del derecho a la ciudad, pero no el único. Si tomamos como modelo la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad[13] veremos que existe una mirada mucho más integral de cuál es el significado, alcance, y, además, de cuáles deberían ser los mecanismos y políticas públicas que efectivicen este derecho en sus múltiples dimensiones, interpelando al ámbito estatal, redefiniendo sus obligaciones y los derechos de las personas.

Una de estas dimensiones que trata el documento es la igualdad, no sólo entendida como un fin, sino también como un medio o herramienta, dedicando varios pasajes de su rico texto, con mayor o menor acierto, a tratar diferentes métodos hacia la consecución de ésta. Estas técnicas incluyen tanto una visión de la igualdad jurídica como prohibición de trato discriminatorio, como una visión estructural y de no sometimiento de grupos,[14] algo que veremos en detalle más adelante. Primero observaremos en qué contexto regional y para qué ciudades y realidades se ha pensado y construido este derecho a la ciudad.

 

Desigualdad socio espacial y pobreza estructural en América Latina. ¿Grupos sociales sometidos estructuralmente? Análisis de diferentes hipótesis

Ya nos hemos referido anteriormente a los conceptos situados en este acápite, y hemos analizado brevemente sus alcances según nuestro propio entendimiento. Tanto en Latinoamérica como nuestro país, es muy rica la tradición científica que estudia la desigualdad urbana y sus causas. Esto puede ser visto como una respuesta académica a datos muy difundidos: el primero es que estamos en la región más desigual del mundo, el segundo es que también estamos en la más urbanizada y el tercero es que alrededor de un cuarto de la población vive en asentamientos informales y en condiciones precarias de hábitat (ONU-Hábitat, 2012). Gran parte de esta tendencia académica ha puesto especial énfasis en dos de los efectos más perversos de esta realidad: la segregación socio-espacial forzada de los sectores vulnerables (Sabatini & Brain, 2008; Janoschka, 2002; Caldeira, 2000) y los altos niveles de pobreza urbana (Ziccardi, 2008; Oszlak, 2017).

La segregación espacial de los pobres urbanos,[15] entendida como la concentración, homogeneidad social y estigmatización social a partir del espacio urbano que habitan (Sabatini, 2006), es analizada desde una perspectiva multidimensional que revela la existencia diferentes factores de carácter estructural que tienen a la desigualdad socio-espacial como causa, pero al mismo tiempo como consecuencia fundamental de los mismos. Segura (2014) en un artículo revelador, analiza múltiples estudios latinoamericanos sobre estos fenómenos (Caldeira, 2000; Katzman R., 2001; Janoschka, 2002; Portes & Roberts, 2005; Sabatini & Brain, 2008; Saraví, 2008) para concluir que la segregación como fenómeno conexo a la desigualdad, actúa como productor y reproductor de la desigualdad que afecta a los más vulnerables. Otros estudios también refieren a la importancia del espacio social segregado en la reproducción y consolidación de las desigualdades (Queiroz Ribeiro, 2004; Katzman & Retamoso, 2007; Arim, 2008; CEPAL, 2007 y 2016).

Tomando como ejemplo la ciudad de San Miguel de Tucumán en Argentina y su área metropolitana, diferentes estudios o diagnósticos oficiales[16] y académicos (Czytajlo, 2017; Castreghini de Freitas-Firkowski y Casares, 2016) hacen hincapié en este carácter estructural de la desigualdad y pobreza urbana localizada en sectores específicos de la ciudad. Estos estudios incluyen análisis de variados índices (nivel y acceso a educación, nivel de ingresos, trabajo formal, cobertura social, etc.) e incluso índices compuestos (índice de privación material),[17] que dan cuenta de lo afirmado. Existe además cartografía geo referenciada que expresan de manera clara los contrastes socio-espaciales de la metrópolis y localizan de manera precisa a estos bolsones de pobreza estructural urbana. Sin embargo, aunque elaborados por el propio Estado[18] o instituciones públicas como universidades,[19] estos datos no parecen inmutar a las políticas públicas aplicadas en un sentido de desmantelamiento de estas condiciones de indignidad humana y privación de derechos básicos.

Es evidente que la guetificación socio-económica de los pobres en el espacio urbano latinoamericano y argentino es cada vez más focalizada y específica. Esta se reproduce y perpetúa en el tiempo entre las generaciones de personas que ocupan forzadamente esos sitios de la ciudad y se expande hacia otras zonas por el efecto de las políticas urbanas deficitarias de los estados y la especulación sobre el suelo de los mercados inmobiliarios entre otros elementos.

Las preguntas ante este panorama inevitablemente son: ¿Qué hacer con la información disponible? ¿Qué rol juega el estado y qué obligaciones legales tiene para con los grupos vulnerables y marginados de la ciudad? Esto es lo que intentaremos responder en el apartado siguiente al abordar el derecho a la ciudad como respuesta y el principio de igualdad estructural como enfoque de derechos.

 

El derecho a la ciudad a la luz del principio de igualdad estructural o de no sometimiento de grupos. Proyecciones y consecuencias

Anteriormente ya nos hemos referido al desarrollo del derecho a la ciudad en su dimensión jurídica y hemos señalado que el mismo ha girado casi exclusivamente en torno a la legislación de herramientas de gestión urbana, principalmente del suelo urbano y el hábitat.

El punto aquí es hacer notar que aunque el derecho a la ciudad implica una gestión democrática, participativa e igualitaria del suelo y el hábitat urbano, y quizás estas sea su parte medular, lo cierto es que también este paradigma jurídico en construcción debe ocuparse y construirse a partir de una visión multidimensional que tenga en cuenta cada uno de los datos y factores señalados relativos a las desigualdades socio espaciales y principalmente a los grupos que padecen una situación de pobreza y exclusión estructural.

La normativa y las políticas públicas que tomen el derecho a la ciudad como paradigma, deben necesariamente ocuparse de otros déficits sociales como el acceso a un nivel adecuado de educación, ocuparse de mecanismos de promoción de trabajo formal para los habitantes de estos sectores, considerar la regulación de la movilidad con estándares de frecuencia, conectividad y calidad mínimos, priorizar mecanismos de integración e interacción social entre los diferentes segmentos sociales. Todas estas dimensiones estrechamente relacionadas como un todo sistemático, deben imponer sobre el estado obligaciones claras y simultáneas de desmantelamiento efectivo de las desigualdades y exclusiones estructurales y de las privaciones materiales e inmateriales multidimensionales que caracterizan a la ciudad latinoamericana.

En consecuencia, afirmamos que el derecho a la ciudad debe repensarse a partir de otro principio jurídico central, el principio de igualdad, entendido tanto como la prohibición de un trato discriminatorio, pero esencialmente desde una visión de igualdad estructural y de no sometimiento de grupos sociales. Entender esto cambia el panorama, ya que le impone al estado la obligación primera de no hacer diferencias discriminatorias entre los sectores sociales a la hora de gestionar la ciudad con sus recursos y además, fundado en el segundo enfoque de este principio, se le impone la obligación de adoptar medidas especiales o afirmativas sobre cada uno de los factores sociales, culturales, políticos y espaciales que tienen como efecto la subordinación de un grupo, en este caso sobre quienes padecen en la ciudad una situación de segregación forzada y de pobreza estructural (Saba, 2012).

Esta idea del principio de igualdad ha sido claramente receptada en la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad. En su artículo 4°, el documento textualmente dice: “Protección especial de grupos y personas en situación de vulnerabilidad.

4.1 Los grupos y personas en situación vulnerable tienen derecho a medidas especiales de protección e integración, de distribución de los recursos, de acceso a los servicios esenciales y de no-discriminación. A los efectos de esta Carta se consideran vulnerables a: personas y grupos en situación de pobreza, en riesgo ambiental (amenazados por desastres naturales), víctimas de violencia, con discapacidad, migrantes forzados, refugiados y todo grupo que, según la realidad de cada ciudad, esté en situación de desventaja respecto al resto de los habitantes. En estos grupos, a su vez, serán objeto prioritario de atención las personas mayores, las mujeres, en especial las jefas de hogar, y los(as) niños(as).

4.2 Las ciudades, mediante políticas de afirmación positiva de los grupos vulnerables, deben suprimir los obstáculos de orden político, económico, social y cultural que limiten la libertad, equidad e igualdad de los(as) ciudadanos(as) e impidan el pleno desarrollo de la persona humana y su efectiva participación política, económica, social y cultural en la ciudad”.

Este modelo o guía de legislación debería ser tenido en cuenta a la hora de repensar una legislación o políticas públicas que tengan como norte establecer y garantizar de forma real e integral el derecho a la ciudad.

Sin embargo, es más difícil plantear y responder a la pregunta sobre ¿Cuáles serían estas acciones afirmativas que debería implementar el estado?

 

Las políticas públicas urbanas a partir del principio de igualdad estructural

Diseñar normativa, políticas públicas urbanas y sociales a partir de este principio implica necesariamente romper el orden de la igualdad formal traducida en la obligación de tratar a todos de la misma forma, otorgando los mismos beneficios. Implica crear condiciones para que los grupos que se encuentran en una situación de subordinación estructural se beneficien de manera especial, diferenciada y por encima del resto como parte de una forma de discriminación positiva, una forma de trato que los privilegie eventualmente para reducir y deconstruir las distancias o barreras sociales estructurales que existen entre estos sectores y el resto de la sociedad.

La forma más difundida y utilizada de este tipo de medidas han sido los cupos, tanto políticos, laborales, educativos que garantizan la participación efectiva de un número de personas pertenecientes a algunos grupos vulnerables en estos ámbitos. Este tipo de acciones han sido ampliamente utilizados en materia de género, raza o etnia, pero de manera escasa o nula con un criterio socio económico y menos con un criterio espacial o territorial. Pensar por ejemplo en cupos mínimos en colegios universitarios y universidades para estudiantes que pertenezcan a estos sectores, cupos laborales en el ámbito de los organismos del estado podrían ser medidas interesantes pensando en una integración social y en un salto de calidad en las prestaciones recibidas.

Bajo la misma hipótesis Saba (2012) se anima a ensayar algunas medidas positivas o transformativas como ser garantizar, mediante incentivos, que los mejores docentes de los establecimientos públicos trabajen en las escuelas de las zonas con alta vulnerabilidad social. También crear incentivos fiscales o de otro tipo dirigidos a actores privados para generar fuentes de trabajo con un criterio territorial. Incluso es posible pensar la transformación y revitalización urbanística de estas zonas mediante políticas localizadas sobre el espacio público, el transporte y la conectividad con la ciudad, etc. con el objetivo de lograr una mayor integración social. Un ejemplo de este tipo de políticas de revitalización y de mayor inversión en zonas vulnerables es el de ciudades colombianas como Medellín o Bogotá, con buenos resultados (Montaner & Muxí, 2011).

Otras medidas podrían incluir presupuestos especiales y participativos bien definidos, junto a programas de acción concretos en estas áreas partiendo de un diagnóstico certero de cuáles son los factores de desigualdad socio-espacial que perpetúan a estos grupos en la pobreza. Por ejemplo, revertir los procesos y factores institucionales que empujan a estas personas a la producción precaria del hábitat y su localización en las zonas más segregadas de la ciudad.

Bajo este prisma de la igualdad como no sometimiento entonces será necesario revisar las políticas de zonificación, la normativa de alquileres y uso del suelo urbano e incluso las políticas de vivienda social y hábitat[20] entre otros, prestando especial atención a los componentes negativos que conforman una trama compleja de limitaciones sociales, económicas y políticas para estos grupos. En este sentido hay que poner mayor foco en los efectos de leyes y políticas actuales que en sus intenciones u objetivos. Si el efecto de una ley o una política pública actual se convierte en una limitación social, política o cultural de acceder a los bienes y beneficios de la ciudad, o crea severas restricciones para la integración e interacción social de los sectores de más bajos recursos, entonces tales medidas deben ser revertidas con el fundamento en la igualdad como no subordinación.

Necesariamente este tipo de medidas debe partir, como hemos referido, de un diagnóstico certero de los elementos, factores y situaciones que confluyen para la subordinación de los pobres estructurales en el espacio urbano y la sociedad. Se hace vital entonces contar con datos cuantitativos y cualitativos confiables sobre las diferentes variables como salud, educación, trabajo, ingresos, equipamientos e infraestructura urbana con un criterio territorial. Además, es indispensable la construcción de datos que partan desde una la participación efectiva de los grupos vulnerables, es decir que tomen como protagonista a las propias vivencias de quienes padecen estas situaciones de sometimiento estructural, a partir de sus propias percepciones, expectativas y necesidades.

Vimos por ejemplo que metrópolis como Tucumán cuentan con una base de información y diagnóstico interesante, quizás no suficiente, pero sí una plataforma que permite comenzar a pensar y discutir cuales podrían ser esas políticas públicas y hacía que grupos y localizaciones territoriales tienen que estar dirigidas.

 

Conclusiones

Pensamos que, para la construcción de la ciudad posible, el lenguaje de derechos es fundamental. Debe ser cada vez más difundido y al mismo tiempo problematizado permitiendo re discutir el rol y las obligaciones del estado. En este orden de ideas, el paradigma de los derechos humanos y el constitucionalismo crítico con el que hemos trabajado a lo largo de esta ponencia, se nos presentan como dos fuentes interesantes para comenzar esta enorme tarea.

El derecho a la ciudad debe evolucionar hacia más y más derechos en la ciudad con especial atención de los grupos vulnerables, fundamentalmente como herramienta para combatir el flagelo más característico de nuestro país y de la región, la enorme desigualdad social y su correlato en la exclusión y pobreza estructural urbana. En este sentido es vital que el urbanismo, otras ciencias afines y el derecho confluyan en un todo que permita desde múltiples enfoques, lograr una argumentación sólida y una propuesta de políticas públicas casi ineludible para los estados.

Un buen ejemplo es urbanismo social practicado en ciudades como Medellín o Bogotá (Montaner & Muxí, 2011) que parten de alguna manera de una visión de la igualdad entendida como no sometimiento de grupos, apuntando a transformar las zonas más desfavorecidas y problemáticas de la ciudad, con un objetivo claro de integración socio-espacial. En el caso argentino las recientes transformaciones de la Villa Rodrigo Bueno,[21] la Villa 31 y otras zonas vulnerables, principalmente en asentamientos informales, de la ciudad de Buenos Aires llaman la atención más allá de las reservas que se puedan tener sobre el futuro de estas políticas y el proyecto político en sí del gobierno que las lleva a cabo (Cravino, 2018).

Por supuesto que estas ideas no son únicas ni acabadas acerca de los alcances de aplicar el principio de igualdad estructural en la construcción del derecho a la ciudad, sino simplemente un pequeño aporte a una discusión que puede ser fructífera y donde está todo por hacerse. Buscar diferentes formas y caminos interpretativos, poner en discusión constante los conceptos y buscar nuevas herramientas para poder dar respuestas a la acuciante realidad de las ciudades de nuestro país y la región, y fundamentalmente a la realidad que viven los millones de personas que padecen las consecuencias más severas de un sistema fundado en la desigualdad, son pasos con efectos a largo plazo, pero necesarios en la lucha por la sociedad que queremos.

 

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[1] Abogado. Doctorando en Derecho - Becario Doctoral ANPCyT, Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales. Facultad de Arquitectura y Urbanismo UNT. Cátedra de Derechos Humanos “A”, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales UNT. Email: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2]Para medir y determinar los niveles de pobreza se establece un conjunto de bienes básicos, el monto de dinero necesario para adquirir esos productos y se lo compara con los ingresos percibidos por las familias o personas. Sé es pobre si se cae por debajo de esa línea de dinero necesario para consumir o adquirir ciertos bienes.

[3] Ver a modo de ejemplo el Art. 16 de la Constitución Argentina, o el Art. 1 y 24 de la Convención Americana de Derechos Humanos, esta última con jerarquía constitucional para nuestro país.

[4] Ver artículo 75. Inc. 23 de la Constitución Argentina: “Corresponde al Congreso: Legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad (…)”

[5] Ver la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de 1979 (CEDAW por sus siglas en Ingles) o la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial de 1969 (CERD por sus siglas en Ingles).

[6] Como respuesta a esta crítica jurídica, un paralelismo podría encontrarse en la formulación del derecho a un ambiente sano, que ha evolucionado desde una creciente demanda ciudadana y necesidad universal ante la inconmensurable y evidente degradación ambiental hasta convertirse en un derecho positivo y un paradigma del derecho moderno (Lorenzetti & Lorenzetti, 2018).

[7]Ley Federal de Brasil N° 10.257. Disponible en: http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/leis/leis_2001/l10257.htm

[8] Ver art. 182 y 183 De la Constitución Federal de la República del Brasil. Disponible en: http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/constituicao/constituicao.htm

[9]Debemos aclarar que la función social de la propiedad como principio sí está reconocida en tratados internacionales de DDHH como la Convención Americana de DDHH en su art. 21, y por lo tanto goza de jerarquía constitucional en nuestro país.

[10]Ley 14.449 de la provincia de Buenos Aires. Disponible en: https://normas.gba.gob.ar/documentos/B3mgaUj0.html

[11]ARTÍCULO 11: Derecho a la Ciudad y a la Vivienda. Todos los habitantes (…) tienen el derecho al uso y goce de la ciudad y de la vivienda, entendiendo a éstos como el derecho a:  

a) Un lugar adecuado para vivir en condiciones que favorezcan la integración plena a la vida urbana.

b) Acceder a los equipamientos sociales, a las infraestructuras y a los servicios.

c) Desenvolver apropiadamente las actividades sociales y económicas.

d) Usufructuar de un hábitat culturalmente rico y diversificado.

[12] Ver art. 57 segundo párrafo de la Ley de Acceso Justo al Hábitat.

[13]Ver Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad.

[14] Si bien este documento carece de valor jurídico vinculante para los estados, es una guía de enorme valor y un destacable desarrollo que trata la igualdad, la no discriminación y a los grupos estructuralmente vulnerables en diversos pasajes. Solo por dar algunos ejemplos, los Art.1 y Art.3 toman un concepto de igualdad formal o como prohibición de trato discriminatorio. En el Art. 4 la Carta adopta claramente una visión de la igualdad estructural o de no sometimiento de grupos.

[15] Según los autores (Rodriguez Vignoli & Arriagada, 2004) una de las características diferenciales de la segregación socio-espacial en Latino America es su carácter socio-económico, a diferencia de otras latitudes donde el principal factor de separación social del espacio es la raza, la religión, la etnia o el origen nacional, como los casos de Francia o Estados Unidos (Wacquant, 2007).

[16] Ver los estudios realizados por diferentes entidades de gobierno, tanto provincial como local en conjunto con Universidades y otros actores (Municipalidad de San Miguel de Tucumán e Instituto de Gestión de Ciudades, 2005, Municipalidad de San Miguel de Tucumán; Facultad de Arquitectura y Urbanismo UNT; NNUU-PNUMA, 2007;Gobierno de Tucumán - Universidad Nacional de Tucumán,  2016; Gobierno de Tucumán - ERSEPT - Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales. Facultad de Arquitectura y Urbanismo,  2018)

[17] Ver por ejemplo el índice de privación material de los hogares elaborado por la Dirección provincial de estadística de Tucumán. Disponible en: http://estadistica.tucuman.gov.ar/index.php/2015-03-20-13-19-50/indice-de-privacion-material-de-los-hogares.

[18] Ver la cartografía publicada por la dirección de estadística provincial sobre datos de hogares con necesidades básicas insatisfechas en Tucumán. Disponible en: http://estadistica.tucuman.gov.ar/index.php/bancomapas/9-sin-categoria/199-est-mapas-hogares

[19] Ver la cartografía publicada por el Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán. Disponible en: http://www.observatoriofau.org/gis/.

[20] Para un análisis de la normativa y políticas de hábitat de la ciudad de Buenos Aires a la luz del principio de igualdad ver Aldao, Baldiviezo, Sánchez, & Kulekdjian (2018).

[21] El caso de la Villa Rodrigo Bueno desde el punto de vista jurídico es muy interesante porque representa una victoria social luego de un ida y vuelta de normativas y fallos judiciales (Carman, Lekerman, Yacovino & Campos, 2017) que buscaban el desalojo de este asentamiento. El caso incluso llegó hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y tuvo una enorme repercusión en la prensa local, factores que sin lugar a duda tuvieron influencia en la decisión posterior del gobierno porteño de dejar sin efecto las medidas tendientes a la expulsión y ordenar la urbanización definitiva de la Villa.

POLITICAS HABITACIONALES Y SEGREGACIÓN RESIDENCIAL: UNA PROPUESTA METODOLÓGICA

POLÍTICAS HABITACIONALES Y SEGREGACIÓN RESIDENCIAL:

 UNA PROPUESTA METODOLÓGICA

 

Joseph Palumbo [1] (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)

Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR-CONICET)

 

Resumen: El presente trabajo propone un abordaje metodológico para el análisis de la localización de vivienda social y sus vínculos con procesos de segregación residencial socioeconómica preexistentes. A tal efecto, se emplean técnicas de análisis espacial facilitadas por los sistemas de información geográfica (SIG). Se aplica dicha metodología al caso del Programa Federal de Construcción de Viviendas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) entre 2004 y 2019. Para la caracterización del proceso de segregación, se utilizan datos censales georreferenciados para revelar la distribución desigual de los grupos socioeconómicos en el AMBA.Luego, con información sobre la ubicación de unidades de vivienda social, se recurre al análisis del patrón puntual para dar cuenta de la irregularidad en la distribución de las mismas en el AMBA. Por último, se examina la conexión entre estos dos fenómenos para averiguar hasta qué punto una vivienda social tendrá mayor probabilidad de estar emplazada en una zona definida operativamente como segregada (relativamente homogénea en su composición social, de nivel socioeconómico bajo). Al concluirse que las zonas que concentran mayores desventajas territoriales también tienden a concentrar viviendas sociales, se presentan algunas reflexiones sobre la necesidad de construir políticas habitacionales más integrales e inclusivas. 

Palabras clave: políticas habitacionales, segregación residencial socioeconómica, análisis espacial.

 

Política de vivienda y segregación residencial: una propuesta metodológica

Resumen: Este artículo propone una metodología para evaluar la conexión entre la ubicación de las viviendas sociales y los procesos de segregación residencial preexistentes. Para ello se aplican técnicas de análisis espacial facilitadas por el uso de Sistemas de Información Geográfica (SIG). La metodología se aplica al caso de los Programas Federales de Construcción de Vivienda en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) entre 2004 y 2019. Se utilizan datos censales georreferenciados para caracterizar los procesos de segregación residencial, a través de una evaluación de la distribución desigual de los diferentes grupos socioeconómicos en el AMABA.Luego, con información sobre la ubicación de las viviendas de interés social, se analizan los patrones de puntos espaciales para mostrar su distribución irregular a lo largo del área de estudio. Por último, se explora la conexión entre estos dos fenómenos para determinar en qué medida es más probable que las unidades de vivienda social se ubiquen en áreas definidas como segregadas (áreas relativamente homogéneas de nivel socioeconómico bajo). Como los resultados muestran que las zonas con mayor desventaja territorial también tienden a concentrar unidades de vivienda social, el artículo concluye con algunas reflexiones sobre la necesidad de políticas de vivienda más integrales y socialmente inclusivas.            

Palabras clave: Política de vivienda; segregación residencial socioeconómica; analisis espacial

 

INTRODUCCION

El objetivo de este artículo es proponer una estrategia metodológica para el análisis espacial de la vivienda social, vinculando la cuestión de su localización con procesos de segregación residencial. Se parte de una realidad conocida: las políticas de construcción masiva de viviendas sociales, si bien pueden ser conducentes a la reducción del déficit habitacional, a menudo obstaculizan el goce pleno del derecho a la ciudad, debido a la deficiente inserción socio-urbana de las viviendas construidas. En ese sentido, se busca explorar la conexión entre las políticas habitacionalesy procesos de segregación residencial socioeconómica, apareciendo a este último como un fenómeno característico de las ciudades argentinas y latinoamericanas contemporáneas que contribuyen a la reproducción de las desigualdades sociales. Para indagar en esta relación, se toma el caso de una política habitacional emblemática en la historia argentina reciente: el Programa Federal de Construcción de Viviendas, que formó parte de un plan ambicioso de provisión de soluciones habitacionales que tuvo sus inicios en la primera década del siglo xxi. [2]Se propone una metodología para explorar los vínculos entre la localización de las unidades de viviendas nuevas producidas en el marco de esta política y procesos de segregación preexistentes, que luego se utilizará a un caso concreto: el Área Metropolitana de Buenos Aires. Se concluye con algunas reflexiones acerca de la manera en que este tipo de abordaje del estudio de la vivienda social puede contribuir al desarrollo de propuestas de políticas habitacionales inclusivas, noción que ha sido definida por Cuenya (2015:97) como políticas cuyo “propósito [ es] promover una mayor inclusión territorial, social y jurídica de los habitantes de barrios deteriorados y/o asentamientos irregulares”.     

 

ANTECEDENTES

La segregación residencial y la reproducción de las desigualdades sociales

En las ciudades argentinas contemporáneas, la segregación residencial socioeconómica (en adelante SRS) es un fenómeno destacado como factor clave en la reproducción de las desigualdades sociales. Se han producido intensos debates en torno a la utilidad de este concepto para comprender y explicar las realidades urbanas de la región latinoamericana. No obstante, frente a las transformaciones metropolitanas recientes que han tendido a exacerbar las desigualdades socio-territoriales, el tema de la SRS ha despertado un renovado interés en la comunidad académica hacia inicios del siglo XXI.

Sería conveniente comenzar con algunas precisiones acerca de la noción de segregación residencial, para luego ubicar la especificidad de la SRS. En su aplicación más frecuente, se refiere a situaciones de distribución desigual geográfica de los lugares de residencia de distintos grupos sociales – como son definidos estos – en una ciudad o área metropolitana determinada. Se suele señalar que esta distribución desigual tiene como corolario la “aglomeración geográfica de familias de una misma condición o categoría social”, de modo tal que se conforman zonas relativamente homogéneas en términos sociales, que a su vez se diferencian entre sí (Sabatini, 2003) ) :3).Conlleva algún grado de separación física entre grupos sociales en función de sus lugares de residencia, y por fin se puede hablar de segregación residencial a partir de una variedad de categorías socialmente relevantes, tales como la etnia/raza, el origen nacional, entre otros.

Existe un consenso generalizado sobre el hecho de que el nivel socioeconómico de los hogares es el principal factor que define los procesos de segregación residencial en Argentina –y en América Latina en general– (Groisman, 2010; Arraigada Luco y Rodríguez Vignoli, 2003; Sabatini , Cáceres y Cerda, 2001). En línea con esto, han proliferado investigaciones dedicadas a la verificación y caracterización de este fenómeno en diversos contextos urbanos de la región. En el caso argentino, uno de los estudios más exhaustivos sobre la SRS concluyó que se transportaron de una característica de los cuatro aglomerados urbanos más poblados del país, y además tendió a intensificarse en el período 1991-2001 (PNUD, 2009).Aunque la mayoría de las investigaciones que abordan este fenómeno se centran en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Rodríguez, 2016; Suárez, 2011; Mera y Marcos, 2009; Groisman y Suárez, 2006;), también existe una extensa producción académica sobre otros contextos urbanos argentinos, tales como Córdoba (Marengo y Elorza, 2014; Molinatti, 2013), Rosario (Barenboim, 2016), y otras áreas metropolitanas y ciudades intermedias de diversas partes del país.

Esta literatura da indicios de que SRS es un concepto útil para el análisis de los procesos urbanos contemporáneos en Argentina, en particular la diferenciación espacial y su relación con las desigualdades sociales. Para poder captar mejor la relación entre SRS y la reproducción de las desigualdades sociales , algunas investigaciones han colocado el énfasis en el acceso diferencial ar ecursos y oportunidades, que se encuentra mediado por la configuración espacial de los mismos. Por ejemplo, Groisman (2010:433) construye su conceptualización de SRS en términos de acceso, al definirla como “la concentración de la población en el territorio urbano y las oportunidades diferenciales es de acceso a toda clase de recursos que tal condición define”.Así, la concentración de los grupos más vulnerables en zonas con menor cobertura de bienes y servicios a menudo consolida circuitos diferenciados de obtención de recursos y oportunidades, perpetuando desigualdades sociales estructurales, y ampliando el distanciamiento social entre grupos (PNUD, 2009 ). Por lo tanto, es menester partir de una conceptualización de SRS que complejiza el análisis de la localización residencial, que no solamente la entiende como una mera ubicación en el espacio, sino que la pone en diálogo con el acceso diferenciado a los beneficios de la ciudad .En el contexto de la presente discusión, estos últimos incluyen la proximidad a fuentes de trabajo, el acceso a servicios públicos e infraestructura de calidad, facilidades de movilidad como proximidad a redes de transporte público y menores tiempos y costos de transporte, entre otros.

A partir de nociones como la “geografía de oportunidades” (Kaztman, 1999), es posible analizar cómo el acceso a recursos y oportunidades se encuentra condicionado por los procesos de diferenciación socioespacial en las ciudades. Una lectura de las aristas del fenómeno de SRS y el acceso diferencial a los beneficios de la ciudad que implica sería útil para contextualizar las ideas esbozadas aquí. En primer lugar, se debe señalar que las diferencias en cuanto a cobertura y calidad de infraestructura y servicios públicos básicos, tanto en Argentina como en el resto de la región, suelen estar vinculados con el nivel socioeconómico de los hogares del entorno (Adazko y Musante , 2011; PNUD, 2009).El vínculo entre SRS y la cobertura de las redes de transporte público también se torna relevante teniendo en cuenta la particularidad de este servicio urbano como un nexo a menudo imprescindible entre los lugares de residencia de las personas y fuentes de trabajo (Ainstein, 2001; Gutiérrez y Rearte, 2006). Asimismo, la problemática relación entre procesos de SRS y el mercado de trabajo también ha sido abordada en numerosas investigaciones, que han demostrado que en Argentina las personas que residen en barrios segregados tienen una menor probabilidad de acceder a empleos formales y de calidad (Perelman , 2011; Groisman y Suárez, 2010; PNUD, 2009). La fragmentación de los sistemas de educación y de salud también ha sido vinculada al fenómeno de la SRS.Con respecto a la educación, la evidencia que se halla en la literatura pone de relieve el impacto que tiene sobre el rendimiento escolar el hecho de asistir a un establecimiento educativo en contextos segregados y socialmente homogéneos (Krüger, 2013; PNUD, 2009; Groisman y Suárez, 2008). Por otra parte, a pesar del carácter universal del acceso a las prestaciones de salud en Argentina, se ha evidenciado que la distribución de los recursos e infraestructura de salud es ciertamente desigual y en gran medida refleja patrones de SRS (Adazko y Musante, 2011) .

 

El rol de las politicas habitacionales en la mitigacion del acceso desigual a la vivienda

Además de la cuestión de la SRS, cualquier discusión de las desigualdades sociales urbanas en Argentina ineludiblemente debe hacer referencia a las dificultades en torno al acceso a la vivienda como un aspecto clave en su estructuración. Cuestión que históricamente ha constituido un problema estructural en el país, el acceso restringido a la vivienda se ha expandido a incluir otras situaciones habitacionales deficitarias –en particular para los sectores populares– como la precariedad de la vivienda autoconstruida, la falta de regularización dominial, la infraestructura barrial inadecuada, y la pobre integración urbana, para nombrar solo algunos.Ante estos diversos problemas de vivienda y hábitat, se ha consolidado una serie de respuestas e problemas estatales a lo largo de la historia del país, conforme a lo que podría denominarse, en un sentido amplio, la política habitacional argentina (Fernández Wagner, 2015) . Las políticas habitacionales son habitualmente entendidas como acciones estatales que tienen la finalidad de reducir el déficit habitacional, principalmente para los grupos sociales con menores posibilidades de satisfacer sus habitacionales a través del mercado. Asimismo, el Estado puede llevar adelante este accionar a través de diversas modalidades: la construcción de viviendas nuevas (por lo general financiada por el Estado y realizada por empresas privadas) para su posterior adjudicación a particulares;el otorgamiento de créditos hipotecarios a tasas de interés subsidiadas (u otras interrupciones en el mercado de créditos); la ubicación gestionada por el sector público de viviendas en propiedad estatal; la extensión de beneficios impositivos a empresas que construyen viviendas para sectores de ingresos bajos, entre otras. Cualquiera sea la modalidad desplegada, el estudio de sus consecuencias debería contemplar los múltiples efectos que producen, más allá del impacto cuantitativo que pueda tener en términos de reducción del déficit habitacional. En ese sentido, se sostiene aquí que la segregación residencial es uno de los aspectos que debería abordar el estudio de las políticas habitacionales .

En la Argentina, la política habitacional ha sido históricamente dominada por un enfoque que prioriza la construcción de viviendas nuevas, privilegiando una relación estrecha con el sector concentrado de la construcción ( Fernández Wagner, 2015; Yujnovsky, 1984). Además, se destaca una histórica de políticas activas de provisión de suelo para este propósito. Numerosas investigaciones coinciden que, en cuanto a la producción de vivienda social con fondos públicos, la pretensión de construir el máximo númerode soluciones habitacionales con los recursos limitados disponibles lleva a una situación previsible: en muchos casos, estas viviendas son construidas en zonas donde el valor del suelo es menor, frecuentemente zonas periféricas con menor dotación de bienes y servicios públicos (Cuenya, 2015). De esta manera, se puede sostener que en el caso de esta modalidad de política habitacional, el precio de suelo constituye uno de los principales determinantes de la localización de vivienda social. Al mismo tiempo, se abren preguntas sobre el alcance limitado de estas políticas en términos de la reducción de otras desigualdades sociales derivadas de la inserción en el medio urbano, que en este trabajo son conceptualizadas en términos de SRS.

Para lograr más integrales , además de abordar el déficit habitacional, las políticas habitacionales podrían orientarse a reducir los efectos de las desigualdades socioespaciales urbanas y contemplarlas en su diseño y ejecución. Del Río y Duarte (2012:57) advierten que existe cierto consenso entre investigadores/as de la región sobre la necesidad de considerar el aspecto de la "localización" a la hora de evaluar críticamente cualquier intervención estatal cuyo objetivo es la reducción de desigualdades socio -habitacionales; o dicho de otro modo, “recuperar la dimensión espacial en el análisis de la política habitacional”.Este argumento da motivos para incorporar la noción de SRS como categoría central de análisis en la investigación política sobre habitacionales. Perseguir la finalidad de reducir el déficit habitacional sin duda debe ser una prioridad en sí mismo, particularmente en contextos con altos niveles de pobreza estructural e insuficiente desarrollo del mercado inmobiliario o crediticio.Sin embargo, se debe prestar atención además a lo que podrían desear los “efectos colaterales” de la política habitacional, debido al hecho que “al construir viviendas, proporcionar equipamientos sociales o redes de infraestructura el Estado incide en modo directo en la dinámica urbana” y de tal manera contribuir a la perpetuación de “oportunidades diferenciales de reproducción social para los residentes, de uno u otro lugar, de la ciudad” (Del Río, 2010:10). Para que la política habitacional no tenga repercusiones nocivas en relación a la reproducción de las desigualdades sociales en el largo plazo, no se pueden pensar en términos de construcción de viviendas sustraídas de su contexto urbano.Esto, entendiendo además que las unidades de vivienda no son reducibles a una simple cuantificación, sino que conformarán un elemento significativo en las realidades vividas por las personas que habitan en ellas. 

 

ABORDAJE METODOLÓGICO

Teniendo en cuenta las consideraciones de orden teórico-conceptual presentadas anteriormente, se procederá ahora a detallar la estrategia metodológica adoptada para intentar captar el vínculo entre la variable de localización de la vivienda social y el fenómeno de la SRS. Se optó por un enfoque metodológico cuantitativo; el análisis espacial excederá las técnicas cuantitativas de recolección y análisis de datos al espacio geográfico. Pero esto no tiene el fin de simplemente “presentar” o “mapear” los datos, sino de integrar la dimensión espacial de los datos a la investigación como una variable central. Con esto se debe aclarar que estarán ausentes de este texto la dimensión simbólica de la segregación y la visión de las personas acerca de estos procesos. pecado embargo, este enfoque es útil en tanto permite construir una visión global de las cuestiones delineadas anteriormente y constituye un punto de partida para una agenda de investigación más amplia.

Dicho eso, la estrategia metodológica consiste en dos etapas principales: en primer lugar, un análisis que permite caracterizar espacialmente el proceso de SRS en el área de estudio. En este artículo la metodología se ensaya aplicada al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Por otro lado, un análisis que examina la localización de unidades de vivienda social para comprobar la existencia de patrones de concentración en su distribución a lo largo del área de estudio. Como se dijo arriba, en este trabajo se analizó las viviendas nuevas construidas en el marco del Programa Federal de Construcción de Viviendas (PFCV) entre 2004 y 2019, [3]en base a la hipótesis trabajada en la literatura sobre el rol central del precio de suelo en la determinación de la localización de vivienda social. El resto de este apartado será dedicado a comentar con mayor precisión algunos aspectos de estas dos etapas en la estrategia metodológica.

En cuanto a las fuentes de datos, se merecen algunos comentarios breves. Para el estudio de la SRS se utilizaron datos censales georreferenciados: se recurrió al Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda (INDEC) [4] como principal fuente de información . Esto ofrece dos ventajas: en primer lugar, al ser un operativo de recolección de datos que abarca todo el universo de la población de un país, la información estadística que arroja puede ser considerada libre de error muestral. Por otro lado – y teniendo en cuenta que los principales objetivos de este trabajo se vinculan con la dimensión espacial de los datos – es deseable trabajar con los datos al mayor nivel de desagregación geográfica posible.Esto no solamente se debe a la necesidad de poder procesar los datos vinculados a la cartografía censal, sino que admite la flexibilidad necesaria para analizar las diferencias a pequeña escala.

También se ameritan unos comentarios sobre la variable utilizada en este trabajo para definir el nivel socioeconómico de los hogares . Siguiendo a Rodríguez (2017), ante la falta de información censal sobre los ingresos de los hogares, se optó por el uso de la variable máximo nivel educativo alcanzado por el/la jefe/a de hogar como indicador proxy del nivel socioeconómico, un indicador frecuentemente empleado en la literatura latinoamericana sobre SRS. Para facilitar el análisis de la SRS, se agruparon loshogares en dos categorías: hogares de nivel socioeconómico bajo (hogares “NSB”, que incluyen jefes/as de hogar con secundario incompleto o menos) o de nivel socioeconómico alto (hogares “NSA”, que incluyen jefes/as de hogar con secundario completo o más) [5] . Para todos los radios censales que abarcan el área de estudio, fue calculada la proporción de cada grupo. 

Para la localización de unidades de vivienda social, se obtuvieron datos de distintos organismos de la administración pública a nivel nacional y provincial. El mayor caudal de datos fue provisto por la Dirección de Gestión de la Información perteneciente a la Secretaría de la Vivienda del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda de la Nación a fines de 2019, mediante una solicitud de acceso a la información pública, conforme a la Ley 27.275. A su vez, los datos fueron cruzados con información obtenida de organismos públicos provinciales, tales como la Dirección de Política Habitacional del Instituto de Vivienda de la Provincia de Buenos Aires y el Instituto de Vivienda de la Ciudad (Ciudad Autónoma de Buenos Aires).

 

La caracterización de la segregación residencial socioeconómica a través del análisis exploratorio de datos espaciales

El fenómeno de la segregación residencial ha sido un tema de interés dentro del campo de la sociología urbana desde principios del siglo XX. Desde el punto de vista metodológico, se ha debatido extensamente la forma más adecuada de medir este fenómeno, y se ha desarrollado una extensa batería de indicadores estadísticos para dar cuenta del nivel global de segregación residencial en una ciudad dada (Massey y Denton, 1988; Garrocho y Campos-Alanís, 2013). Massey y Denton (1988) revisan un conjunto de 20 índices utilizados para medir este fenómeno, y desarrollan una clasificación de los mismos según cinco dimensiones, argumentando que ninguno por sí solo es capaz de captar empíricamente la complejidad de la segregación residencial. [6]Sin embargo, el uso de estos indicadores “globales” ha sido cuestionado por diferentes autores, principalmente por su incapacidad de dar cuenta de la distribución espacial que caracteriza la segregación al interior del aglomerado urbano que se pretende estudiar (Massey y Denton, 1988; Wong , 1997; Reardon y O'Sullivan, 2004). Esto se debe al hecho de que estos índices se calculan sin considerar la relación que las unidades espaciales (los radios censales en este caso) tienen entre sí en el espacio. En palabras de Garrocho y Campos-Alanís (2013:274), estos índices “consideran significativamente que las unidades espaciales son independientes entre sí en el territorio, que no registran interrelaciones espaciales y que, por tanto, funcionan en un entorno abstracto no espacial y adimensional”.

Entonces, se puede apreciar la necesidad de utilizar indicadores estadísticos que integren limpiamente la dimensión espacial. Para tal fin, se recurrió al análisis exploratorio de datos espaciales (AEDE), un compendio de técnicas que buscan patrones de asociación entre las unidades espaciales en un conjunto de datos georreferenciados. Aquí, el concepto de autocorrelación espacial es fundamental, así como las herramientas estadísticas que han sido desarrolladas para dar cuenta de ella. De acuerdo con Siabato y Guzmán-Manrique (2019:2), la autocorrelación espacial se refiere al “grado de asociación que una variable desarrolla a través de un espacio definido como marco geográfico”.Esto, a su vez, permite revelar “el patrón en el comportamiento de la variable según la ubicación geográfica del dato” (Celemín, 2009:13). Por lo tanto, tomando la variable de nivel socioeconómico de los hogares, la autocorrelación espacial sirve como un indicador estadístico del nivel de heterogeneidad u homogeneidad socioeconómica de las distintas zonas residenciales del área de estudio. La ausencia de autocorrelación espacial, por otra parte, significaría que los valores de esta variable varían de forma aleatoria a lo largo del área de estudio.

Existen indicadores que miden la autocorrelación espacial, entre los cuales está el índice I de Moran. Este índice se interpreta al igual que el coeficiente de aceleración de Pearson, terminando que representa las relaciones entre valores de una misma variable, pero en diferentes unidades espaciales próximas entre sí (Siabato y Guzmán-Manrique, 2019). Valores positivos señalan un patrón de concentración espacial de valores similares de la variable seleccionada.Dado que su aplicación en este trabajo daría cuenta del nivel global de agrupamiento de grupos socioeconómicos en el espacio (indicado por valores similares de la variable en cuestión en unidades espaciales colindantes), un valor positivo indica que el grupo en cuestión “tiende a distribuirse de manera continua en el territorio, y por lo tanto revela segregación”, mientras que un valor negativo indicaría que el grupo se distribuye de manera discontinua (Garrocho y Campos-Alanís,

Sin embargo, para el análisis de SRS es fundamental poder indagar en las características de esta distribución ya su vez visualizar el comportamiento de la variable a través del espacio. Para tal fin, Anselin (1995) desarrolló una manera de descomponer el I de Moran para determinar la contribución de cada unidad espacial al valor total del índice, lo que denominó los Indicadores Locales de Autocorrelación Espacial (también conocidos como LISA, por sus siglas en inglés). Esto nos permite “identificar y estimar aglomeraciones espaciales (ie unidades espaciales autocorrelacionadas) estadísticamente significativas al interior de las zonas de estudio” (Garrocho y Campos-Alanís, 2013:282).Asimismo, podemos representarlas gráficamente a través de lo que se conoce como un mapa de calor o mapa de clusters, que identifica zonas contiguas con altos valores de la variable en cuestión y zonas contiguas de bajos valores (llamadas “zonas calientes” y “zonas frías ” respectivamente), que presentan autocorrelación espacial estadísticamente significativa. Dada la capacidad de aplicación de estas técnicas y su relevancia para la pregunta de investigación planteada en este trabajo, se adopta una estrategia de medición de la SRS a través del cálculo del I de Moran y la representación gráfica de los indicadores locales de autocorrelación espacial ( I de Morán Local).Este procedimiento fue realizado para el AMBA con los datos del Censo de 2001, dado que fue el último operativo censal antes de la implementación de la política pública bajo la lupa. Esto permitió la confección de un mapa de clusters que identifica las zonas en el AMBA que se concentran desproporcionadamente a los hogares de nivel socioeconómico bajo , y por lo tanto cumplen con la definición operativa de “zona segregada” utilizada aquí.

 

Operacionalización y análisis de la variable de localización de la vivienda social

Existen distintos enfoques posibles con respecto a la manera de representar y analizar la información sobre la localización de unidades de vivienda social. En el presente trabajo, se operacionaliza como un “fenómeno puntual”; es decir, un objeto cuya posición exacta puede ser registrada en un mapa como un punto. Esto permite el empleo de un rango de herramientas de análisis espacial que tienen el propósito de detectar patrones de concentración o dispersión en su distribución espacial.

Usando información sobre las unidades de vivienda nueva construida en el marco del PFCV entre 2004 y 2019, se georreferenciaron un total de 30.022 unidades en el área de estudio usando ArcMap 10.3. Cada uno de los proyectos/conjuntos fue geolocalizado de acuerdo al punto céntrico del polígono correspondiente a su predio. A la capa de puntos quedó una tabla de atributos mediante la eliminación de un código único a cada uno de los proyectos/conjuntos de vivienda. A cada punto le fue otorgado un peso de acuerdo a la cantidad de viviendas en el proyecto o conjunto.

Luego, se utilizarán herramientas geoestadísticas en ArcMap 10.3 para describir el proceso espacial puntual. Existe un proceso espacial puntual si “la distribución espacial [de los puntos] está estructurada de algún modo y, en caso afirmativo, adecuada son las reglas de ordenación a las que obedecen tales estructuras” (Santos Preciado y García Lázaro, 2008:221) . Los más procesos observados son el clustering (el agrupamiento de puntos más de lo que sería esperado en una distribución aleatoria hipotética) y la dispersión (lo contrario de aquél) (Frotheringham, Brundson y Charlton, 2000).

Para captar el proceso espacial puntual subyacente en la distribución de las viviendas, se recurrió a la estimación de densidades, una técnica que sirve para “estimar a posteriori cuál es la probabilidad de aparición de eventos en cada punto del área de estudio, a partir de la distribución de eventos observada” (Santos Preciado y García Lázaro, 2008:269). En particular, se optó por el uso de estimadores de densidad kernel, lo cual permitió estimar el valor de la función de probabilidad de forma continua a lo largo del área de estudio. En lugar de dividir el área de estudio en cuadrículasregulares y calcular la función de probabilidad en cada una de ellas, esta metodología define una ventana de referencia, de forma y tamaño fijo, y calcula el valor de la densidad de puntos observados dentro de esa ventana móvil en todas las coordenadas del área de estudio . La función de la probabilidad de aparición de los puntos se muestra a través de un mapa que representa la variación continua de su intensidad. La ejecución de este procedimiento arrojó un mapa con la estimación de densidad de unidades de vivienda social en el AMBA.

Limpiar por último, para captar vincularmente el entre la localización de las viviendas sociales y el análisis previo de la situación de SRS, se agregará a la capa de puntos un atributo para categorizar a cada unidad según el carácter socioeconómico de su entorno urbano. Esto se hizo mediante la asociación con la capa de I de Moran Local para generar una variable dicotómica que indicaba si la unidad se encontró en un radio censal que cumplió con la definición operativa de zona segregada (integraba en 2001 un cluster de radios con predominancia de hogares NSB con autocorrelación espacial estadísticamente significativa). A partir de esta categorización, fue posible calcular los porcentajes de viviendas sociales en cada tipo de entorno socioeconómico.Conceptualmente, esto sirve como una expresión de la probabilidad de que una unidad de vivienda social se encuentre en una zona segregada o en una zona con mayor nivel de heterogeneidad socioeconómica.      

 

RESULTADOS Y ANÁLISIS

Caracterización de la segregación residencial socioeconómica en el AMBA

En base a los datos censales georreferenciados del año 2001, se calculó el valor del I de Moran para el nivel socioeconómico de los hogares. Teniendo en cuenta los fines analíticos de este trabajo – es decir, detectar la SRS en términos de patrones de concentración de hogares según su nivel socioeconómico – se calculó este índice a partir de los porcentajes de hogares de nivel socioeconómico bajo (en adelante “hogares NSB ”) en cada radio censal.

La Figura 1 muestra el gráfico de dispersión del I de Moran. Dicho gráfico cruza el valor estandarizado del porcentaje de hogares NSB en cada unidad espacial con el valor de cada una de sus unidades vecinas. El valor de I para esta variable fue de 0,870, revelando un elevado grado de autocorrelación espacial de la variable, que a su vez da cuenta de un claro agrupamiento de radios censales con porcentajes similares de hogares NSB. 

Figura 1. Gráfico de dispersión del Índice I de Moran para la variable “porcentaje de hogares NSB” por radio censal. AMA, 2001.

 

Fuente: Elaboración propia en GeoDa sobre datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC), 2001.

 

En cuanto a los indicadores locales de autocorrelación espacial y el correspondiente “mapa de clusters”, el producto de este procedimiento se presenta en la Figura 2 . Las áreas de color rojo representan agrupaciones de radios censales con altos porcentajes de hogares NSB, donde la autocorrelación espacial de los valores es estadísticamente significativa. Según la definición operativa de SRS adoptada, estas zonas se consideran segregadas en tanto son homogéneas en términos de los valores del indicador de nivel socioeconómico seleccionado. Observando la distribución de estos clusters, se puede observar su predominancia en las zonas sur y oeste del AMBA.Aunque existe (y seguramente existe) diferenciación al interior de estas zonas a una escala menor, estas son las zonas que cumplen con la definición operacional de zonas segregadas tomando como marco de referencia la escala metropolitana, con lo cual se puede inferir que se tratan de aquellas zonas que concentran no solamente desventajas sociales, sino también desventajas territoriales.

A su vez, observamos también clusters extensos de radios censales con bajos porcentajes de hogares NSB, principalmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (salvando algunas zonas al sur de la ciudad) y la zona norte del AMBA, aunque también se encuentran en algunos ejes bien definidos que se extienden hacia el sur y el oeste del área metropolitana. Las áreas que son identificadas en el mapa como “no significativas” en términos de autocorrelación espacial estarían indicando zonas de mayor mezcla social en cuanto a su nivel socioeconómico. Por su parte, los colores más claros señalan los radios censales que rompen el patrón de autocorrelación espacial de su entorno; es decir, son radios que tienen un porcentaje alto de hogares NSB próximos a clústeresde porcentajes bajos, o viceversa.     

 

Figura 2. Mapa de clusters, porcentaje de hogares NSB por radio censal. AMA, 2001

Fuente: Elaboración propia en ArcMap 10.3 sobre datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC), 2001.

 

Caracterización del patrón puntual de vivienda social en el AMBA

En este apartado se presenta y se comenta el análisis del proceso puntual espacial que subyace la distribución de unidades de vivienda social en el área de estudio. Teniendo en cuenta la discusión anterior, se puede esperar la presencia de zonas de alta concentración de vivienda social en el AMBA. En el mapa de estimadores de densidad kernel que se encuentra en la Figura 3 , las áreas verdes representan clusters de unidades de vivienda social, con los tonos más oscuros que indican mayor densidad. Si bien pueden registrarse viviendas sociales en las áreas en blanco, no integran clusters estadísticamente significativos.

 

Figura 3. Estimadores de densidad kernel, viviendas del PFCV en el AMBA.

 

Fuente: Elaboración propia en ArcMap 10.3.

 

Tal como puede observarse, la mayoría de los clusters de vivienda social en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentran en la zona sur, que es al mismo tiempo la única parte de la ciudad capital que tiene zonas homogéneas de nivel socioeconómico bajo. En ese sentido, mirando la distribución en base al número total de unidades, el 63% de las unidades se encuentran en zonas segregadas (ver la Tabla 1 ). La presencia de clusters de vivienda social en el Conurbano es más difundida, y es aún más fuerte la asociación entre la localización de las viviendas y su entorno socioeconómico – en el Conurbano Bonaerense, el 83% de las unidades de vivienda social se ubican en radios censales que integran zonas socioeconómicamente homogéneas de NSB.   

   

Tabla 1. Distribución de unidades de vivienda social según clusters de hogares NSB, AMBA.

 

Distrito

Porcentaje de unidades en clusters NSB

Porcentaje de unidades en clusters NSA

Porcentaje en radios sin autocorrelación espacial

Total

Partidos de GBA

82,58

0,74

16,68

100,00

CABA

63,34

0,00

36,66

100,00

total AMA

80,72

0,67

18,61

100,00

Fuente: Elaboracion propia

 

La Figura 4 demuestra la superposición de los dos mapas previamente comentados, y permite apreciar la evidencia de coincidencia entre los dos procesos espaciales analizados a lo largo del trabajo analizado: por un lado, la segregación residencial socioeconómica, y por otro la concentración de vivienda social. Asimismo, la Tabla 1 revela la distribución de las unidades de vivienda social (sobre el total, no solamente tomando aquellas que se encuentran agrupadas espacialmente) según el carácter socioeconómico predominante de la zona en la cual se insertan.

Leídas en conjunto, la Figura 4 y la Tabla 1 permiten sostener que la abrumadora mayoría de unidades de vivienda social de la política en cuestión se encuentran en zonas socialmente homogéneas del AMBA, en tanto residen en ellas principalmente hogares de nivel socioeconómico bajo. Esto responde en gran medida la pregunta principal del trabajo con respecto a la localización de viviendas sociales producidas en el marco de políticas habitacionales que priorizan la construcción de unidades nuevas y su vínculo con los procesos de SRS. Para un hogar que vive en una vivienda social construida en el marco del PFCV en el AMBA, la probabilidad de que resida en un entorno segregado es con gran capacidad.  

 

Figura 4. Mapa de estimadores de densidad kernel de viviendas del PFCV y clusters de nivel socioeconómico (2001), AMBA.

 

Fuente: Elaboración propia en ArcMap 10.3.

 

REFLEXIONES FINALES

Los datos analizados aquí deben ser interpretados a la luz de la discusión que se desarrolló al inicio del trabajo con respecto a las implicancias de la SRS para la reproducción de las desigualdades sociales. Aunque los resultados arrojados por el análisis espacial no constituyen en sí evidencia concluyente sobre las diversas aristas de este vínculo, demuestran empíricamente su existencia y dan indicios de la fuerza de su correlación. Por lo tanto, abren diversos interrogantes que son relevantes no solamente a la investigación sobre temas relacionados, sino que además constituyen un aporte clave al diseño, implementación y evaluación de las políticas habitacionales. Dicho eso, el presente análisis apoya la idea de una imperante necesidad de integrar la cuestión de la segregación residencial socioeconómica a las políticas públicas destinadas a mitigar las desigualdades socio-espaciales y el acceso a la vivienda para los sectores populares.            

No obstante, nada de lo anterior tiene la finalidad de insinuar que las intervenciones estatales destinadas a reducir el déficit habitacional que reproducen patrones de segregación son inherentemente dañinas para las personas que no logran acceder a una vivienda digna por otra vía y por ende no deberían llevarse a cabo. Más que nada, se trata de un argumento a favor de la profundización de las políticas habitacionales a partir de la noción de la integralidad o la inclusión, a fin de que incorporen dimensiones como la localización de la vivienda social y la calidad de su inserción en la ciudad como elementos explícitos en el diseño de estas políticas. Tal como se ha sugerido anteriormente, esto requerirá la priorización y el desarrollo de otras modalidades de política habitacional que no dependan tanto de la disponibilidad y precio del suelo, y que al mismo tiempo promuevan una mayor mezcla social y que aseguren el acceso a los beneficios de la ciudad para su población destinataria.

 

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[1]Joseph Palumbo es sociólogo con una Maestría en Políticas Sociales (UBA). Actualmente, es becario doctoral del CONICET con sede de trabajo en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR-CONICET).

[2] Para mayor detalle sobre esta política, ver: Cravino (2017) y Di Virgilio (2017).

[3] En el presente trabajo se han considerado únicamente las nuevas unidades de viviendas construidas en terrenos baldíos. Se han excluido del análisis, por ende, los programas de mejoramiento de viviendas, así como los programas dirigidos a villas y asentamientos, por considerar el factor del suelo menos (o no directamente) determinante de la localización de las intervenciones. Asimismo, sólo fueron consideradas en el análisis aquellas unidades que se encontraban finalizadas a la fecha; obras paralizadas o “a iniciar” fueron excluidas del análisis.  

[4] Los datos censales utilizados para analizar la SRS en el área de estudio provienen del Censo de 2001, dado que proveen un marco para contextualizar la implementación de la política analizada a partir del 2004.

[5] Esta categorización se basa en Rodríguez (2017).

[6] Para una evaluación crítica de este texto seminal, ver Marcos y Mera (2011) y Garrocho y Campos-Alanís (2013).

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